La pesadilla de Cristina Kirchner

Elevado a número dos del Gobierno argentino por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Amado Boudou, procesado por presunta corrupción, se ha convertido en la piedra en el zapato de la que alguna vez fue su madre política y en un problema para el futuro del kirchnerismo. Boudou, de 51 años, fue una apuesta personal de Fernández, un proyecto propio para las elecciones presidenciales de 2011 en las que la presidenta renovó su mandato. Fernández lo eligió como su segundo en la línea sucesoria, en contra de un sector del peronismo y de varios miembros de su propio Gabinete que lo juzgaban como demasiado frívolo y sin experiencia, sin una trayectoria que lo avalara. La presidenta guarda silencio, pero critica a la Justicia.

Ese sector anti-Boudou vuelve a cobrar vida ahora, en la recta final de la presidencia de Fernández, con la campaña electoral para los comicios de 2015 a la vista, y en uno de los momentos más vulnerables para el oficialismo, con la sombra de la suspensión de pagos planeando sobre el país.

Su situación judicial se veía venir desde hace tiempo, a medida que se iban conociendo los testimonios de los ahora procesados junto a él por la presunta compra irregular de la imprenta de papel moneda Ciccone, en 2010, cuando era ministro de Economía.

Cuando en 2013 tuvo que representar al país durante la operación y posterior convalecencia de la presidenta, Boudou ya era uno de los funcionarios peor valorados del Gabinete y cuestionado incluso dentro del oficialismo. Su imagen se ha ido deteriorando a medida que avanza el proceso judicial, que le atribuye los delitos de cohecho pasivo y negociaciones incompatibles con la figura de funcionario público.

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