SI NO HAY ESCÁNDALO DESAPARECE EL DELITO

Con la lógica proterva de la justicia mediática, resulta que el escándalo es suficiente para que a un sindicado se le condene, por encima de la presunción de inocencia y el debido proceso y al margen de lo que sentencie el juez de acuerdo con la verdad procesal.

Ni riesgos de ponerme en el papel de abogado del diablo, o de los diablos. El que la haya hecho, que la pague, "después de haber sido oído y vencido en juicio", no porque la actuación judicial la fuerce la presión informativa. Sí creo que es abusivo afirmar que a un ciudadano lo procesaron, lo condenaron o lo privaron de la libertad "por el escándalo" de una contratación ilícita, de las chuzadas o de algún carrusel.

El delito no es el escándalo, así sea escandaloso. Hay transgresiones de la ley penal que pasaron inadvertidas y no por eso dejan de constituir acciones delictivas. No es aceptable que se provoque la inclinación de la balanza de la justicia en contra de aquellos presuntos responsables por cuyos actos se han desencadenado episodios escandalosos, gracias a la repetición y la orquestación de los medios periodísticos.

Mientras se les aplica una condena mediática a tales individuos, sin que hayan culminado los respectivos procesos, se ignoran y se tapan otros casos de gravedad comparable o peor y a sus sindicados se les aplica una suerte de absolución, también mediática, así hayan sido condenados por la justicia o se mantengan como procesados.

En el escenario noticioso pueden observarse numerosos casos de ciudadanos a los que les arruinaron la vida, porque les impusieron condenas previas, parajudiciales, aunque la justicia ordinaria los haya absuelto después. No repito la lista, que además ha sido de dominio público. Algunos podrán obtener un resarcimiento mínimo por medio de indemnizaciones pecuniarias, pero todos tendrán que seguir cargando el peso de las culpas ajenas. Son los que, en las Bienaventuranzas, aparecen como "perseguidos por la justicia", junto con víctimas de imputaciones temerarias, de errores judiciales o de la lenidad de las autoridades. Las cárceles están llenas de inocentes que tienen que convivir con centenares de convictos más o menos peligrosos. Y que en las calles abundan los delincuentes impunes por absoluciones radioteleperiodísticas.

Así como no se respetan el debido proceso y la presunción de inocencia, pues se juega con la libertad y se presume la culpabilidad de cualquiera, así también se condena o se absuelve de acuerdo con las proporciones del escándalo y no con la realidad objetiva del delito. La justicia mediática, infame, por desgracia puede influir en las decisiones judiciales, muchas veces proclives al qué dirán, a las motivaciones personales de algún prevaricador, etc. Si no hay escándalo desaparece el delito. Y se desploma la justicia.

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