Y estaba escrito

Proceso de paz: "Ya estaba escrito el libreto."

En 1934 Charles De Gaulle escribió El ejército del porvenir, libro que “contenía dinamita” y le trajo formidables enemigos y detractores que le acusaron de “promover la guerra con Alemania” desestimando sus opiniones como absurdas. Precisamente el Mariscal Pétain, quien luego mantuvo una política colaboracionista con Hitler, fue uno de los jefes militares que más dudó de las ideas planteadas por De Gaulle como las que ponían en evidencia las debilidades de la Linea Maginot y preveían que la guerra del porvenir sería con aviones y fuerzas móviles de tierra de gran poder. Este libro fue publicado por los franceses y llegó a las manos de sus potenciales enemigos sin necesidad de una red de espionaje y el Estado Mayor de Hitler sí supo aprovecharse de este libro para la posterior invasión de Francia ¡Parece de Ripley!

A De Gaulle le pasó lo que a algunos líderes que no son profetas en su tierra por los obstáculos que encuentran de parte de los poderosos y no porque el pueblo no crea en ellos, esto explica por qué los franceses no le sacaron provecho, en cambio los alemanes sí lo hicieron para atacar luego a quienes Charles De Gaulle pretendió defender.

Esta vergonzosa actitud del gobierno y de los altos mandos de las Fuerzas Armadas francesas quedó como una anécdota más con la derrota de los nazis. Muy diferente habría sido la manera como quedaría consignada en la memoria histórica si Hitler hubiese conquistado al mundo.

En Colombia pasan cosas como esas. En 2009 vivimos momento de tensas relaciones diplomáticas con Venezuela llegando a recibir amenazas de guerra de parte de Hugo Chávez. Con la total arrogancia y pedantería que lo caracterizaba desplazó a su ejército a la frontera porque habíamos dado de baja a un jefe terrorista de sus afectos y por el permiso dado al Pentágono de utilizar siete bases militares en suelo colombiano. Aunque Chávez se mostró agresivo -decía, por ejemplo: “No perdamos un día en la principal misión: tenemos que prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra, es responsabilidad de todos”-, no pasó de ser una bravuconada más a las que nos tenía acostumbrado. Lo que no tuvimos en cuenta es que sus planes seguían vigentes, había descubierto que era mejor negociar que conquistar y lo tenía consignado en un libro escrito por tres de sus cercanos colaboradores, Colombia. La paz se negocia, no se conquista.

Me pregunto ahora, siete años después de su publicación, por qué no tuvimos conocimiento de él sino muy recientemente cuando lo mencionó Fernando Londoño en La Hora de la Verdad. Realmente increíble que ocurran estas cosas cuando en sus páginas están descritas, paso a paso, las negociaciones de La Habana y no se requería de Centrales de Inteligencia, ni de hackers, ni de chuzadas para acceder a esa información vital sobre las negociaciones de paz.

Si hay algo de lo que carece el gobierno de Juan Manuel Santos es de originalidad, la imaginación no es su fuerte y por eso son tan previsibles las jugadas de este sainete. Pero es que ya estaba escrito, era tan sólo ponerlo en escena e ir viendo como salían las cosas.

¿Por qué este libro no ha sido analizado por quienes están directamente implicados en las negociaciones de paz? Dudo que no sea de su conocimiento, fue editado y puesto a la venta en Venezuela y circuló hasta que se dio la orden de recogerlo. También se puede consultar por Internet.

Para darles una muestra de su contenido reproduzco la página 180 con la que finaliza el Capítulo VII: Propuesta de negociación entre las FARC y el gobierno colombiano: “Resumiendo, este capítulo para el cual los anteriores sirven de base teórica y práctica, nos enseña cómo es indispensable cumplir con una serie de requisitos para llevar a bien la tarea que nos propusimos, apoyándonos en las técnicas de diálogo más efectivas, cuales son:

-Establecer una agenda realista y confiable.

-Escoger cuidadosamente los voceros de ambas partes.

-Procurar mantener secretos los primeros encuentros.

-Empezar por llegar a acuerdos en los temas menos controversiales y tomar estos pactos como base para resolver los casos más arduos. Hay que ganarse la confianza mutua.

-Tratar de acercar las posiciones antagónicas, mediante un tono conciliador y cierta flexibilidad en los tópicos no fundamentales.”

Ya estaba escrito el libreto que se ha ido desarrollando con una lentitud pasmosa, como si se tratase de un film pasado en una cámara lenta, muy lenta. Ahora se discute en la Corte Constitucional la participación política de las FARC. ¿Se discute? Eso está decidido desde hace rato. Somos espectadores de una pésima película cuyo guión lo escribieron en Venezuela por petición y dirección de Hugo Chávez y de los Castro, quienes llevaron a la ruina al país más rico de la región y que siempre le han tenido ganas a Colombia.

Así que ni siquiera estas nuevas conversaciones surgen de iniciativas nuestras. Nos venimos a enterar ahora de que fueron gestadas en Venezuela, cosa de inmensa gravedad que pone a nuestra democracia en riesgo por injerencias externas.

Ya estaba bien complicada la cosa con los grupos guerrilleros legitimados como insurgentes gracias al presente gobierno, haciendo pasar sus actos terroristas como si se tratase de una guerra civil. Con Colombia. La paz se negocia, no se conquista se pone en evidencia la intervención de gobiernos extranjeros en nuestras decisiones más trascendentales. De esta forma se podría establecer que las conversaciones de La Habana podrían verse, como las que sostuvo Petain con Hitler aceptando el Mariscal francés “dentro del honor… entrar en el camino de la colaboración” con la Alemania nazi, como una traición a la patria.

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