El cañazo de Santos

Con el asesinato de una niña de dos años en Miranda, Cauca, producto del lanzamiento alocado de un ‘tatuco’, las Farc respondieron a la ‘perentoria’ advertencia que les hizo el presidente Santos el miércoles.

Ese día, ante un auditorio mayoritariamente escéptico frente al proceso de paz, el Presidente les dijo a las Farc que estaban jugando con candela y les notificó que si no cesan sus ataques terroristas, la negociación puede acabarse.

Pues con su respuesta de ayer, las Farc dejaron muy en claro que la advertencia de Santos les suena a ‘cañazo’. Y que consideran muy poco probable que el Presidente se levante de la mesa antes de iniciar un mandato que se consiguió, precisamente, con la promesa de lograr un acuerdo de paz.

Me temo que, por una vez, las Farc tienen razón. Es difícil, casi imposible, que las bravuconadas del Mandatario trasciendan. A lo sumo llamará a sus delegados de Cuba a consultas y hará una pantomima, pero la negociación seguirá.

Y es que a estas alturas, cuando presuntamente tres de los cinco puntos de la agenda están acordados, al Gobierno le queda de pa’ arriba tirar por la borda la apuesta con la que se hizo reelegir.

Las Farc, que son expertas en sacar provecho de las flaquezas del enemigo lo saben, así que están ‘fresqueadas’ haciendo terrorismo a diestra y siniestra. Esa guerrilla le está midiendo el aceite al gobierno, en el convencimiento de que Santos está ‘amarrado’ a la mesa de negociación. Y de que si al Presidente se le acaba la paciencia y acaba el proceso de paz, para la historia quedará que el responsable de ponerle fin a este ‘sueño’ no fueron ellas (pensar que ese es su maquiavélico fin no puede descartarse).

En lo que sí tiene razón Santos es cuando afirma que esa guerrilla “se está cavando su propia fosa política, porque eso (el terrorismo) es lo que hace, que la gente la rechace cada vez más”. No se entiende que una organización que supuestamente está en trance de dejar las armas, se dedique a cometer actos que lo que logran es que la antipatía que les profesan los colombianos se acreciente.

Esa actitud refleja que las Farc son unas autistas políticas o que no tienen la menor intención de abandonar la lucha armada. Porque si tuvieran ese propósito hace rato estarían en el plan de reducir la inmensa impopularidad que tienen.

Me pregunto, por ejemplo, cuántos votos podrá sacar (por las buenas) el partido que surja de las Farc en una ciudad como Buenaventura, que ha padecido más de diez apagones en los últimos años, como consecuencia de los atentados guerrilleros a la línea de transmisión que le lleva la energía.

La razón de la miopía política con la que actúan las Farc es que siguen pensando como una organización militar. Y es que dejar sin luz al principal puerto colombiano sobre el Pacífico es una torpeza política, pero un efectivo golpe militar, porque deja la sensación de que aún están en capacidad de causar daño. Así para derribar una torre en medio de la selva no se requiera ser Rambo.

Con lo cual, la prioridad de esa guerrilla parece ser más preservar su capacidad de intimidación, que comenzar a ganarse a la población. ¿Una organización que procede así puede tener un propósito verdadero de dejar las armas?

Lo que hasta el momento han demostrado las Farc es que su promesa de convertirse en un movimiento político es tan creíble como las amenazas del Gobierno de acabar la negociación.

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