EL HACKER O LA NUEVA EXTORSIÓN

Se llama Andrés Sepúlveda y es un tipo de muy escasa o ninguna formación académica, hábil en el manejo de computadores y decía que también en el mantenimiento de seguridad informática. A ese título fue contratado en la campaña de Oscar Iván Zuluaga, hombre limpio y decente donde los haya. Y a ese título se desempeñaba, sin alardes ni pretensiones. Era un hombre menor en un puesto menor.

Como Juanpa sintiera perdida la campaña, después de la paliza de la primera vuelta, se lanzó con todos los fierros a herir, de cualquier manera, la de su contrincante. Y de la mano de su ayuda de cámara, el Fiscal Montealegre, montó una escena espectacular en las oficinas que ocupaba Sepúlveda y un drama judicial de aquellos hoy en uso en Colombia. Sepúlveda sería un siniestro personaje que interceptaría comunicaciones secretas, y que estaría en la tarea, nada menos, que de dañar las conversaciones de Cuba copiando las cosas trascendentales que se decían entre sí, o con el mundo exterior, los negociadores de las FARC y los “plenipotenciarios” del Gobierno.

Diremos que en las toldas de Zuluaga cundió el pánico, conociendo de lo que el Fiscal es capaz, y que la defensa no fue la más inteligente entre las posibles. Estuvo signada por el temor de alguna barbaridad que pudiera cometer el Fiscal, sin pruebas ni razones, contra Luis Alfonso Hoyos y contra el hijo del candidato, David Zuluaga.

Luis Alfonso Hoyos renunció a la Gerencia de la campaña y Oscar Iván acusó el golpe. Se contrajo, se redujo, se retrajo y el daño quedó hecho. El episodio del “hacker” tuvo parte en la derrota de junio.

Pasaron las cosas y todo tenía que volver a la normalidad. Sepúlveda saldría de la cárcel, las conversaciones y correos interceptados nunca aparecerían y el Fiscal Montealegre se habría salido con la suya.

Pero esta gente es insaciable y para colmo alguien encontró que el “hacker” intercambiaba información, que nadie ha descubierto, con inteligencia militar. Era el caso perfecto. ¡Bingo!

A Sepúlveda lo acusaron del Código Penal entero, y la fiscalía lo montó en un cuento de más de 20 años de prisión. Lo sacaron del “bunker” para La Picota y lo regresaron de La Picota para el “bunker”. Almuerzos a la carta, amenazas atroces, para él y su mujer, y alternativas promesas de un mundo mágico. Como la de convertirlo en el héroe de una novela colosal, perdonar todas sus culpas, olvidar todas las acusaciones y por supuesto, el adorno final, mandarlo al exterior –París no es un mal sitio- si colaboraba con el insaciable Montealegre.

Colaborar quiere decir acusar toda la campaña, con Oscar Iván Zuluaga a la cabeza y “salpicar” como dice el periodismo de moda, al Presidente Uribe. Había que montar el novelón y lo han montado. El “hacker” estaría cumpliendo órdenes para sabotear el proceso de La Habana y lo que habría en una oficina mediocre de un mediocre operario del oficio, sería nada menos que infame conspiración contra el proceso de paz más importante que se ha diseñado en el mundo moderno. ¿Qué Tal?

La “paz” necesita sus héroes y sus leyendas. Y Juanpa sus enemigos mortales. Los fracasos tienen que estar adornados de leyenda o no valen la pena. Y al Fiscal y a Juanpa no les queda lejos nada. Ni esta estúpida, monstruosa, evidente extorsión a un infeliz en trance de vivir en París como nuevo héroe de la paz.

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