El humanismo como pilar de la revolución educativa en Colombia

La educación en Colombia presenta graves falencias en materia cultural, particularmente en formación humanista. El cáncer se halla en el alma de la nación, pues el desdén por el otro denota la condición moral de los colombianos. El proceso de sanidad ha de ser en principio metafísico, y con ello, la revolución educativa debe ser la vanguardia de las profundas transformaciones que necesariamente tienen que suceder en Colombia para lograr el anhelado estado de paz social.

Hablar de cobertura y calidad en la educación resulta ser un discurso de anaquel que desempolva fácilmente quién esté interesado en ganar simpatías y electores. Muchos hablan de transformar la educación pero pocos saben realmente el por qué y el para qué se necesita.

La reforma educativa que pretende impulsar en los próximos cuatro años el presidente Santos, dice él, estará orientada a transformar la oferta educativa del país de acuerdo a las demandas del sector productivo. Nada nuevo si se tiene en cuenta que desde hace décadas las principales universidades del país entendieron la necesidad de transformar su oferta educativa para cubrir la demanda de profesionales, tecnólogos y técnicosrequeridos por una economía de mercado internacionalizada volcada a fortalecer los sectoresindustrial, comercial y de servicios.

Concepcióndel problema que sin duda guarda coherencia con las necesidades económicas del país, pero que sigue desatendiendo un pilar fundamental en materia social: el humanismo.

Somos un país donde el grueso de sus habitantes otorga mayor preponderancia al hecho de hacer valer sus derechos, mas no están dispuestos a acatar con el mismo ahínco los deberes que la vida en sociedad establece. Como el embudo, el colombiano promedio espera recibir más de lo que realmente está dispuesto a dar. Como sociedad hemos llegado al punto en que soslayar la Ley se ha vuelto una virtud moral y profesional de médicos, negociadores, periodistas, arquitectos, ingenieros, contadores y abogados; y quien no esté en capacidad moral de hacerlo ve reducidas sus oportunidades laborales.

Lastimosamente el criterio moral de muchos colombianos está orientado por el impulso de considerar al otro como un instrumento de apetitos propios y no como un fin en sí mismo; muestra de la imperiosa necesidad de impulsar la formación humanista desde la academia.

Apenas hasta el siglo pasado quedó rezagada en Colombia la imperante tradición del humanismo eclesiástico que desde el siglo XVI impulsó lareforma cristiana de estirpe católico desde Europa. El humanismo ilustrado con raíces en la revolución francesa ganó importantes espacios en nuestro país de la mano de intelectuales y políticos de avanzada, explayando consigo la reflexión sobre los valores cívicos: el respeto por la propiedad, las creencias y la vida comofundamento de la libertad, bastión del liberalismo democrático de nuestros días.

Uno de los mayores logros de la humanidad ha sido llegar a la convicción de que toda persona es autónoma, y ser autónomo no significa hacer lo que se le venga en gana sino optar por aquellos valores que humanizan, que la hacen personas, personas libres.

La reforma educativa que ciertamente requiere Colombia ha sido aplazada gobierno tras gobierno. Algunas han sido impulsadas tan solo para atender parcialmente las demandas presupuestales de Fecode y las universidades públicas ante el riesgo de paralizar el país. El actual gobierno, mas por retórica que por convicción, se vale de palabras vagas para anunciar que buscará “asumir el reto de poner la formación en valores, ética ciudadana y prácticas democráticas en el centro de la agenda educativa del país”.

La formación humanista encuentra fundamento en la ética y la moral, ambas se refieren a un tipo de saber que orienta a forjar el buen carácter, que permita a la persona ser justa, feliz y humanamente íntegra. Debe ser transversal al ciclo formativo, desde la escuela hasta la universidad; debe ser laica, indiferente a credo y religión;debe educar en valores más que en un modelo de hombre; además debe encontrar referentes en la escuela, pero sobre todo, en las buenas maneras y el ejemplo que transmiten los padres en el hogar.

Los colombianos debemos replantear algunos preceptos sobre los cuales hemos edificado la sociedad, uno de ellos, renunciar al hedonismo individualista que procura obtener la mayor cantidad de placer personal a partir de la instrumentalización de todo lo susceptible de ser utilizado, incluso personas y recursos naturales; para morigerar el rumbo hacia una tradición eudaimonista que erija formas concretas de felicidad social como fin moral, estableciendo como criterio moral el curso de acción orientado a procurar el mayor placer posible al mayor número de personas, y no al contrario.

Esta resulta ser una tarea de largo aliento como bien lo requiere cualesquier apuesta de carácter cultural y educativo, la cualno implica necesariamente la exclusión de los esfuerzos por transformar la oferta académicadel país de acuerdo a la demanda laboral de los sectores productivos, pues ambas reformas más que ser excluyentes tienden a ser complementarias. Basta integrar el proceso formativo humanista que la persona trae desde la escuela al perfil moral que la carrera profesional requiere.

Colombia debe convencerse de una vez por todas que una convicción moral vale más para nuestra sociedad que mil leyes.

Twitter: @alvaroprezmolinA

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