La cueva de los espantos

¿Sabía usted que existe un cargo importante que se denomina El Defensor del Pueblo? ¿Sabe usted, acaso, cuál es el nombre de ese funcionario? El Defensor del Pueblo es elegido por la Cámara de Representantes de terna elaborada por el Presidente de la República, para un período de cuatro años, hace parte del Ministerio Público a cuya cabeza está el Procurador General de la Nación. Su función principal, casi única, es orientar, instruir e invocar en la aplicación  de los Derechos Fundamentales o Derechos Humanos a los ciudadanos colombianos que vivan en el territorio patrio o en exterior. Dirige la defensoría pública, es decir, un conjunto de abogados que representan a las víctimas de hechos criminales. Y está autorizado para interponer tutelas y acciones populares en temas relacionados con su competencia.

En la hora de las víctimas de la Farc, víctimas a millares en una violenta confrontación con la sociedad y el estado durante cincuenta años, con delitos atroces como el secuestro, el reclutamiento de menores, la desaparición forzosa, la violación de mujeres, el ataque y destrucción de pueblos, de torres de energía, envenenamiento o la voladura de acueductos, y otras modalidades delictivas como la extorsión, el incendio de fincas y cosechas, el fusilamiento y degollación de los ganados, etc. En esta hora y ahora ¿ha visto usted como víctima o usted como ciudadano al Defensor del Pueblo? ¿Es que las víctimas no son pueblo? Para que nos enteremos el presunto Defensor del Pueblo existe y se llama Jorge Armando Otálora. Y en estos días salió de su anonimato con una columna en el diario oficial, El Tiempo, dándole consejos a la guerrilla. Oigan el tono: “Las Farc realmente no deberían rodear de tanta oscuridad e incertidumbre esta, quizás única e irrepetible, oportunidad para alcanzar la convivencia pacífica. Tengo la obligación constitucional de hacer un llamado categórico a las partes a respetar el Derecho Internacional Humanitario.Desconcierta el pronunciamiento de las Farc en relación con el tema de las víctimas en el cual sugiere una suerte de crítica a la desigualdad de criterio frente a las responsabilidad del Estado y de ese grupo armado respecto de los afectados por el conflicto”.

Estas retóricas palabras son el gran compromiso del Defensor del Pueblo con las víctimas de las Farc. De lo cual se deduce que la parte del pueblo colombiano, víctima de esa organización criminal, no tiene defensor. En dos años que lleva abierta la canilla del agua turbia habanera, el Defensor del Pueblo, que debería estar apoderado de las peticiones de las indefensas víctimas, aparece como un espanto de la cueva de los burócratas iluminados.

Iluminada también está Tatyana Orozco, Directora de Planeación Nacional quien introdujo la soberbia y fantástica figura de la macroeconomía para calificar el nuevo Plan de Desarrollo: “es una síntesis de socialismo y capitalismo”, sin que en su exposición aparezca esta novedosa tipología de la cátedra de economía política. Es una curiosidad científica saber en qué consiste esa síntesis o si es apenas una cobertura literaria. Un Plan que no tiene nombre ni hay consenso sobre lo social y la paz, según sus palabras, es un huevo sin romper, una semilla sin madurar. Si la doctora Orozco considera que Colombia es socialista porque el estado es dueño o participa de la propiedad de Ecopetrol, porque existen empresas comerciales del estado, muchos municipios administran y disponen de los servicios públicos, una parte de la educación primaria, secundaria y universitaria la presta el estado, al igual que la salud, por ejemplo, entonces somos socialistas desde hace muchísimos años, pues desde la reforma constitucional de 1936 prima el bien público sobre el particular. ¿Cuál socialismo, entonces, hay que concederles a las guerrillas y al chavismo? Si el intervencionismo de estado se opone al leseferismo desde el siglo pasado, es porque la democracia es flexible, no totalitaria. Si por el contrario, la libre producción industrial y de servicios no estuviere en manos del empresariado privado, los colombianos estaríamos sin papel higiénico y sin mantequilla. Y lo que nos falta aún es que el capitalismo llegue al campo y sustituya la constelación propietaria que no pasa de la producción anémica para la familia campesina, que es la forma de propiedad agrícola que defienden las Farc. Así que la frase de la tecnócrata de Planeación es un chiste tercer mundista que ella misma no entiende, como no entienden el subterfugio de la Tercera Vía. A lo mejor es el tercer carril de una autopista de la prosperidad a debe.

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