LA NUEVA MESA DEL PRESIDENTE SANTOS

Con promesas no se cubre la mesa, dicen que le dijo doña Mechas a Santos el día de la posesión, refiriéndose a la paz y mirando al cielo. Y me acordé del tiempo que jugaba póker en el Club Los Lagartos, con personas de bien, actividad  en la que aprendí que en la mesa y en el juego se conoce al caballero, cuando descubre su juego. Lo cual parece no ser el caso de La Habana que más bien parece una mesa de ping pong, pero todo va bien, según dice el Pibe Santos, aunque le saca tarjeta amarilla a cualquier árbitro que opine.

La nueva mesa de Santos es de tres patas que se llaman: Paz, Equidad y Educación; es decir parece una de esas mesas triangulares de kínder para ensamblar con otras y mantener a los niños ocupados. Por otra parte, no sé si los militares perdieron el paso cuando percibieron que la cuarta pata, Seguridad, le faltaba a la mesa; o si Santos, pensando en el mantra de Uribe, “La paz no puede ser al costo de acabar con la seguridad,” y en el discurso que llevaba preparado (nada original porque ya lo conocíamos), se resbaló subiendo las escaleras. Son de esas coincidencias significativas, me parece.

En ese escenario lleno de pendones que me recordaron las manifestaciones de Mussolini y Franco, por asociación me acordé de las Farc que cacarean que no dejarán las armas y eso se toma como un ex abrupto en unos diálogos de paz. La opinión lo toma a la ligera porque piensa que esas armas se utilizarían frente al ejército en el caso de que el post conflicto coja por mal camino. Eso es una ingenuidad.

En algunas regiones del campo colombiano se trata de la coca o la vida, tanto para el campesino, como para las Farc. En ese escenario las armas se necesitan para obligar al campesino al cultivo, el procesamiento, defenderse e intimidar a los narcotraficantes que allá llegan para negociarla; sin infraestructuras de nada, ha surgido un “Estado Paralelo” en muchas regiones en donde el problema no sería la violencia, cuya eliminación es sinónimo de paz, sino el PODER  EJERCIDO para seguir manteniendo una actividad criminal y política, sin ningún contrapeso estatal.

En el informe especial de Plinio Apuleyo Mendoza “Viaje a las entrañas del Catatumbo” en el que un “funcionario relata cómo se mueven las Farc tras los acuerdos entre Gobierno y campesinos cocaleros,” escenario en el que los representantes del Estado quedan prácticamente secuestrados ante el mandato de la guerrilla, se pregunta el periodista al final: “Al terminar de escuchar este relato, una azarosa inquietud es inevitable: ¿Será el Catatumbo la única región donde esto ocurre? De pronto no, pues similares testimonios se han escuchado en regiones de Cauca, Caquetá, Putumayo, Meta y el Chocó. El dinero producto del narcotráfico está logrando sobre los campesinos un dominio mayor que el de la simple amenaza armada de otros tiempos.” La ingenua expectativa de los campesinos, con este discurso de la paz, es que las Farc dejen las armas para convertirse en partido político y que el Estado vuelva a la región después de 50 años de ausencia. Durante esos  años el único Estado que han conocido es el del poder ejercido por las Farc, con la única presencia del Estado, el Ejército, desprestigiado por el lavado de cerebro de la guerrilla; campesinos sin medios para llevar cultivos alternativos a los mercados, lo que los hace esclavos de un totalitarismo itinerante. El Estado tendría entonces que invertir en esas ZRC y dejarlas en administración de las Farc. Si la izquierda, con alguna medio experiencia citadina de administración, ha sido un desastre ¿qué se puede esperar de una guerrilla con ínfulas de poder, administrando la inversión del Estado, sin ninguna supervisión estatal que evite la corrupción, la coerción de votantes, etc.? Tendríamos subyugados a funcionarios estatales honestos que quieren la paz, infiltrada la administración con excombatientes que tendrían su propia agenda, con una capacidad de coerción debido a las armas escondidas. Ocurrió con paramilitares, guerrilla y Bacrim y seguirán siendo los mismos ‘angelitos.’

Habló Santos de Equidad y la equiparó a la entrega de vivienda, un nuevo sistema de salud. Pero equidad significa también justicia, imparcialidad en un trato o un reparto; no la vimos en su actividad política; si la equidad es darle a cada quien lo que merece, ¿Qué merecen las Farc? Si equidad significa una moderación en el precio de las cosas o en las condiciones ¿Qué significan el estado derrochón, la mermelada? Y no hablemos de la equidad según Aristóteles. ¿Será que veremos brillar la equidad, es decir, ese mínimo de ética que no es cubierto por la legalidad, ni la mesa de La Habana, en la Ley de víctimas, crímenes de guerra, derecho internacional penal, participación de las víctimas, reparación, jurisdicción competente para que no haya impunidad?.

En cuanto a educación, me conformaría con que nos rigiéramos por lo que dice Harvard al respecto en el Reporte del Comité de Harvard sobre la Educación General para una Sociedad Libre, en el que se concluía lo que podría considerarse como una política de Estado, al decir: “La educación no consiste tan solo en impartir conocimiento, sino en cultivar ciertas aptitudes y actitudes mentales. Las facultades que deben buscarse por sobre todo son, en nuestra opinión, pensar eficazmente, comunicar el pensamiento, formular juicios atinados, discriminar valores.” Es decir, que nuestros estudiantes pudieran estar en la capacidad de comprobar, para dentro de 10 años cuando Santos promete que seremos el país más educado de América, si es verdad o no que vivimos en paz y equidad, al saber si practicamos o no, los siguientes valores políticos: Resiliencia: es decir poder seguir adelante a pesar de las mentiras de ciertos políticos; Empatía: La capacidad de conectarnos con los campesinos que vivirían en las ZRC y actuar en consecuencia; Paciencia: para aguantárnoslo durante cuatro años, ocho de Vargas Lleras, cuatro de Timochenco, sin que nos  vayamos a un convento cerca del Mar Muerto o ingresemos a la guerrilla ética; Buenos modales: es decir la capacidad de hacer política con Santos & Cía. y disimular la angustia existencial. Y la educación también consiste en garantizarle a los niños de Colombia que no reciban una clase de matemáticas como las que reciben en Gaza o Cisjordania que al alma me susurran: “Conté mis añitos después de mi primera clase de sumas y restas, y descubrí que tengo menos tiempo para vivir de aquí en adelante que el que viví hasta ahora.”

Yo no soy adivino para saber de qué pata va a cojear la nueva mesa de Santos. Lo que sí sé es que va a meter unos papelitos debajo de la pata coja para que se equilibre con el piso. En ese caso pidamos el cambio del carpintero que la diseñó y del avivato que quiere repararla con papeles, porque el problema no es de la mesa.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar