Paz y terror

Otra vez, y mientras se habla de paz, el terrorismo indiscriminado afecta a los campesinos y sólo aporta desconcierto. Y aunque se escuchan los acostumbrados rechazos y amenazas, desaparecen al momento, reviviendo la indignación del país contra la barbarie.

El Putumayo y sus ríos destruidos por el petróleo que las Farc ordenaron derramar, causando un daño ecológico enorme. La niña de Miranda, Cauca, que muere por la explosión de un tatuco disparado sin sentido alguno por las Farc. Buenaventura a oscuras y sus pescadores, su gente que vive casi toda del rebusque, sin trabajo porque las Farc volaron una torre de la red que lleva energía a la ciudad. Tumaco asediada por la extorsión y el chantaje de las Farc, a pesar del esfuerzo valeroso de la Fuerza Pública.

Eso se llama terrorismo. Y los damnificados, o mejor las víctimas, son campesinos o desempleados o gente de bajos ingresos que nada tiene que ver con lo que los especialistas han llamado “el conflicto” para tratar de explicar la violencia demencial de las Farc. Ninguna relación tienen con acciones de guerra y por el contrario son los primeros interesados en que haya paz.

¿Por qué entonces los atacan? La respuesta la tienen los delegados que las Farc han ido amontonando en La Habana. Pero no las van a dar. Dirán que no están para eso, y a otra cosa mariposa. Dirán que las víctimas son ellos y que tanto la ONU, como la Universidad Nacional no los pueden incluir en la delegación que viajarán a Cuba a hablar ante la mesa. Exigirán las Farc que los cupos le correspondan al senador Iván Cepeda y a Piedad Córdoba para que ellos escojan.

Y nadie volverá a recordar el desastre que causaron las bombas disparadas en medio de los diálogos de la paz que, según se dice, ya está cercana. Pero esas víctimas de ahora seguirán padeciendo los estragos, tendrán que velar a sus muertos o desplazarse porque sus ríos están contaminados, porque sus precarias casas quedaron destruidas y sus pescados inservibles ante la falta de energía que impide su congelación. Su tragedia está en que no están cerca al poder.

Es como si nos hubiera llegado la resaca que queda después del triunfo en las elecciones donde la paz fue la bandera. Es como si tuviéramos que regresar a la realidad de tener que enterrar inocentes y llorar la destrucción que causan quienes están sentados en una mesa de negociación. Ellos no necesitan hacer gestos de paz ni mostrar voluntad de llegar a un acuerdo. Sólo les basta disparar el botón del terrorismo indiscriminado para fortalecer su “capacidad negociadora”.

Y mientras tanto, ellos, con ‘Timochenko’ a la cabeza, nos recuerdan que su objetivo es la violencia por la violencia. Que aunque son una guerrilla cada vez más acosada y más vacía, su capacidad de causar daño y usar el terror sigue siendo su carta de negociación. Habrá quienes, como Maduro, digan que “la paz está más cerca que nunca”. Pero los de las Farc los desmienten.

El pasado jueves Mheo publicó una caricatura que lo dice todo. Un guerrillero de las Farc lee en un periódico las proezas de su grupo: Buenaventura, el Putumayo, Arauca y los municipios que se quedan sin agua. Todos son víctimas del terror que habla de paz mientras asesina. Y el guerrillero dice: “pueblo ignorante que no entiende que todo esto es por su bien”. Más claro, ni “Timo”.

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