SEPARAR LA POLICÍA DE MINDEFENSA: REGOCIJO PARA LOS BANDIDOS

"La mayor parte de los fracasos nos viene por querer adelantar la hora de los éxitos". Amado Nervo.

El empecinamiento del Gobierno en continuar las indignantes negociaciones de paz con un cartel narcoterrorista a cualquier precio, ya está empezando a pasarles factura a colombianos y a la economía del país, pero las amenazas que apenas comienzan a desvelarse son mucho peores.

Uno de los engendros que se están cocinando en el aquelarre de los fundamentalistas del apaciguamiento, es la propuesta de crear el Ministerio de la Seguridad Ciudadana, que sacaría a la Policía y a otros organismos asociados a ella, del Ministerio de Defensa, con los ridículos y despistados argumentos que hay que "devolverle el carácter civil a la Policía", ¿y es que cuándo lo perdió que no nos contaron?, y el más peligroso de todos, que el "seguro e inevitable" posconflicto, fruto imaginario del resultado de un injerto de dos especies distintas de mentirosos, va a liberar al campo de la violencia y la inseguridad, y la delincuencia se concentraría en las zonas urbanas. No sabe uno si llorar por la torpeza de ellos o por nosotros al estar en manos de ellos.

Esta propuesta ha recibido el espaldarazo de algunos sectores en la Policía que no pueden contradecir al jefe porque sería precoz su retiro, y por otros que aunque retirados ya, ahora consultores y "mejores policías de la galaxia", venden paraísos por construir para ellos ser nombrados como sus mayordomos, así sepan que tales falacias se hundirían en el pantano de la realidad. En cambio, los ya retirados y sin pretensiones de ser pitonisas o ministros, han advertido el riesgo mayúsculo de esta venenosa propuesta.

En exceso, la credulidad es tan nociva como la incredulidad, y el costo de la primera es a veces irreparable y peor que el de la segunda. Suponer que este proceso de paz va a generar paz es tan ingenuo como equivocado. Los campos seguirán siendo el reino de los frentes guerrilleros que ahora se denominarán bacrim regionalizadas, aunque hoy ya actúen como tales. Creer que el negocio actual de las bacrim, la guerrilla y los delincuentes urbanos, los mismos pero con nombres distintos, se va a desarticular, es de una inocencia peligrosa. Separar a la Policía de las Fuerzas Armadas sería cometer el error de los malos administradores para quienes la estrategia sigue a la estructura y no al revés, como debe ser.

El negocio criminal y narcotraficante es una bestia bien articulada y compuesta de varias partes que conforman un solo animal integrado exitosamente, incluidas las organizaciones criminales trasnacionales que aquí parecen ignorar.

Dividir a las Fuerzas Armadas y la Policía es facilitarles el trabajo a los delincuentes, que integrados trabajan, ya que tendrán como rival a una fuerza pública politizada y ahora institucionalmente dividida, pues si la interacción entre Policía y Fuerzas Armadas no ha sido nunca fácil, ahora será infernal. Confundir Cundinamarca con Dinamarca es fácil pero peligroso. Colombia todavía no está para una división de este tipo. La moda no es para todos, así los esnobs nos miren feo.

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