‘Timochenko’ tiene miedo

A 'Timochenko' y sus compinches los asusta otra circunstancia, la decisión de EE.UU de perseguir a los capos del narcotráfico en el mundo entero, sin importar el disfraz político que luzcan.

Siete semanas después de la reelección de Juan Manuel Santos, salta a la vista que muchos de los anuncios del Gobierno, en tiempos de campaña, sobre avances con las Farc y el Eln, eran fuegos artificiales. Sobre el Eln, las declaraciones a principios de junio del consejero Frank Pearl, que apuntaban a la inminencia del inicio formal de negociaciones, resultaron pura carreta para tramar electores: la verdad es que el Eln, que hace cuatro años estaba virtualmente aniquilado, protagoniza ahora una violenta ofensiva en Arauca, algunas regiones de Antioquia como Campamento y otras zonas del país. Y de negociación, ni pío.

En cuanto a las Farc, pregúntenles a los Yaqui Muse, familia indígena caucana cuya pequeña de apenas 2 años murió el miércoles en la noche por un explosivo artesanal lanzado por las Farc. Todo ello mientras los máximos voceros de ese grupo terrorista envían cínicas cartas en las que sostienen que ellos no han causado víctimas, que las ha causado el conflicto. Como si ellos fuesen ajenos al conflicto y no los directos perpetradores de decenas de miles de asesinatos y secuestros. A más de masacradores, son unos desvergonzados caraduras.

Si a eso le sumamos las maniobras para que los voceros de las verdaderas víctimas no vayan a La Habana, queda claro que aquel pomposo anuncio del Gobierno, en vísperas de la votación, según el cual “por fin las Farc reconocen a sus víctimas”, no fue más que puro bla-bla-bla electorero.

La verdad es que las Farc están al ataque: contra policías y soldados, contra la población civil y hasta contra la naturaleza, como lo demuestra el criminal derrame de petróleo de los camiones cisterna en el Putumayo. Y las víctimas les importan un bledo. Cómo será que el presidente Santos se puso mosca: “Están jugando con candela y este proceso puede terminar”, dijo. Claro que las Farc lo escuchan como quien oye llover.

A ‘Timochenko’ y sus compinches los asusta otra circunstancia, una que en verdad los aterroriza y los impulsa a seguir dándole largas a la mesa de La Habana. Se trata de la decisión de Estados Unidos de perseguir a los capos del narcotráfico en el mundo entero, sin importar el disfraz político que luzcan. La reciente captura en Aruba del ultrachavista general venezolano Hugo Carvajal, bajo cargos de narcotráfico, en asocio justamente con las Farc, desveló a los comandantes guerrilleros en Cuba. Al final, una perla jurídica condujo a la liberación del militar. Pero el mensaje llegó a ‘Timochenko’ y cía.

A principios de año, en Washington, un analista muy cercano al Departamento de Estado me dijo: “La sociedad colombiana puede, en aras del fin del conflicto, perdonarles a los jefes de las Farc las masacres que sea, y aquí nadie protestará; pero nuestro gobierno y nuestra justicia los van a perseguir por narcotráfico hasta el fin de los días”. Luego me recordó cómo, para resolver ese asunto en cuanto a los paramilitares, en el 2008 Álvaro Uribe embarcó en un avión de la DEA a la docena de capos más importantes del narcotráfico de las Auc, y los despachó para Estados Unidos, donde pagan largas condenas.

‘Timochenko’, ‘Márquez’, ‘Catatumbo’ y los demás lo saben. Y saben también que contra eso no hay nada que los eventuales acuerdos de paz de La Habana puedan hacer. El narcotráfico es un delito común y volverlo conexo con el delito político de rebelión es una pirueta jurídica muy complicada. Ese es el miedo de las Farc que las está llevando a tomar el pelo a Santos. Están convencidas de que él, reelegido porque sus votantes creyeron que aseguraban así la firma del acuerdo en La Habana, no será capaz de levantarse de la mesa y quedarse, recién posesionado para su segundo mandato, con las manos vacías. Ante eso, ¿tiene el Presidente algún margen de maniobra?

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