¿Todos somos negros, entonces?

¿Por qué la justicia no defiende lo que demanda la comunidad afro y no afro de este país, por una participación política efectiva e incluyente?

En el caso de las dos curules afro sin afros, guardo aún la esperanza de que no se genere este nefasto precedente de usurpación de uno de los pocos espacios de representación que tienen las comunidades étnicas en este país. Sin embargo, en este tema, no solo étnico sino ético, se ve un claro oportunismo político que desdibuja uno de los avances más importantes que hemos tenido hacia una democracia representativa.

Hace unos días, alguien me preguntó si no éramos racistas al decir que las dos personas con mayor votación no nos representan. Mi respuesta fue: “Si ellos nos representan, entonces no somos el 20 por ciento de la población de este país, sino casi la totalidad”. Ratificar que ellos nos representan sería decir que casi todos los colombianos son negros, el gobierno es mayoritariamente negro, y así. Si somos mezcla, entonces todos podemos ser y representar todo; hoy ellos son negros, mañana yo sería mestiza o blanca y si esto fuera cierto, entonces ¿para qué acciones afirmativas? Esto sería decir que ya la etnia no importa…, sería el equivalente a decir que si bien hay diferencias regionales todos somos colombianos y la representatividad regional no importa, lo cual no tiene sentido.

Si dos personas de un día para otro deciden ser negras, sin ningún nivel de pertenencia, o por sus visitas a Palenque o Buenaventura, ¿eso les da el derecho suficiente a representar a 10 millones de colombianos? La circunscripción especial no puede ser ocupada por cualquier ciudadano, así en el ámbito privado manifieste su deseo de pertenecer a una raza, las implicaciones en espacios públicos de coherencia en la representatividad son esenciales. ¿Por qué la justicia no defiende lo que demanda la comunidad afro y no afro de este país, por una participación política efectiva e incluyente?

No podemos permitir registros históricos de retrocesos en temas en los que suponíamos que el país había avanzado. Por tanto, se necesita que el Ministerio del Interior reforme y tenga mayor rigurosidad al evaluar la idoneidad de los movimientos políticos que dicen representarnos. No es posible que organizaciones de papel se equiparen con partidos, movimientos sociales o los consejos comunitarios. Por eso, en cada elección se cuenta con 30 a 40 movimientos o partidos, ya que todo el mundo entra a disputarse sin legitimidad estos espacios.

Por otra parte, es urgente la autocrítica en muchos de nosotros como miembros de comunidades negras en este país. Esta elección ejemplariza un tipo de “goles” que se marcan por la dispersión del equipo, al no tener procesos de participación política sólidos; así, cualquiera se toma los espacios. La gran mayoría de congresistas que hemos tenido por circunscripción especial no han hecho aportes sustanciales ni han sentido una corresponsabilidad con quienes representan.

Hay que mejorar la calidad de los aspirantes y de la clase política negra, para que no solo simbólicamente tengan la melanina física que permite decir que la diversidad se ve, sino también la melanina intelectual que permita que tengan una agenda medible y validen con sus logros su respaldo. De esta manera, si bien todos somos humanos, colombianos e hijos de la mezcla, tenemos claridad de que no todos somos negros ni representamos lo mismo y que no son válidas ni las identidades convenientes ni impuestas.

Nota: Muy importante el rechazo sistemático y masivo a la discriminación. El reciente caso del anuncio clasificado con especificaciones raciales y el de la foto de la revista Hola en Cali nos reiteran que aún nos falta mucho para ser un país donde el color de la piel sea algo secundario.

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