Como va al matadero la res

La encuesta Gallup que se dio a conocer esta semana muestra el pesimismo que ha invadido a los colombianos respecto de los diálogos que se adelantan con las Farc en La Habana.

Aunque, a lo largo del proceso, la opinión en general se ha manifestado de acuerdo con que se dialogue con los guerrilleros, las encuestas revelan que es escéptica sobre sus resultados. Y ese escepticismo, desde luego, ha afectado la imagen presidencial: el 49% desaprueba la forma como se está desempeñando el Presidente, mientras que solo el 44% la aprueba.

Estos resultados, apenas a un mes de haberse iniciado su segundo período presidencial, hacen ver que a Juan Manuel Santos lo afecta el mismo sindrome que a la oveja Dolly, la clonada que nació con envejecimiento prematuro. No hay entusiasmo con su gobierno, la gente no le tiene confianza, nada positivo se espera de sus gestiones.

Una amiga muy espiritual, cuyos consejos valoro por su honda sabiduría, me dice que hay que rezar por Santos, no solo por caridad para con él y su familia, sino con el país, porque su empeño en hacerse reelegir a como diera lugar y sin escrúpulo alguno respecto de los medios de que se valió para ello, rápidamente harán que se arrepienta de haberlo intentado y nos pondrán a todos en situaciones difíciles. Y un amigo que sabe de muchos secretos, me dice que, al apoyarse en fuerzas espirituales oscuras, Santos tendrá que habérselas con la pavorosa cuenta de cobro que intentarán pasarle. Es poco probable que la comunión que recibió, según foto que circula en las redes sociales, le confiera el vigor y la lucidez que necesita para llevar a Colombia por buen camino.

De ahí que, en general el 51% de los encuestados considere que las cosas en Colombia están empeorando y solo un 27% crea que van mejorando. Y a medida que la crisis fiscal que el gobierno se cuidó de ocultar durante la reciente campaña electoral vaya arreciando y se vea que las promesas populistas no podrán cumplirse, el desencanto va a ser peor.

Ese desencanto ya se advierte en escritos que se pueden leer hoy en medios tan dóciles para con el gobierno como El Espectador o El Tiempo.

El primero de ellos editorializa en duros términos sobre la reforma tributaria anunciada por el ministro de Hacienda(vid. http://www.elespectador.com/opinion/editorial/reforma-articulo-515980).

Transcribo el segundo párrafo del editorial, que es contundente acerca de las implicaciones morales y políticas de la crisis presupuestal de la Nación:

“El país, asimismo, se enteró horrorizado del volumen que ha alcanzado la llamada “mermelada”, o sea, las partidas regionales que impulsan las campañas de los grandes electores del Congreso consentidos del Gobierno. El Ministerio de Hacienda está aprobando sumas extravagantes, del tamaño de los ingresos completos de municipios medianos, para asegurar las copiosas votaciones de los grandes caciques amigos. Salvo las protestas y denuncias aisladas de los medios, ningún organismo de control, que se sepa, averigua siquiera al respecto. Este adefesio ya hace parte del paisaje presupuestal colombiano.”

Y en El Tiempo aparecen sendos artículos de María Isabel Rueda y Mauricio Vargas no menos incisivos: “El hueco de 12,5 billones”(http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-hueco-de-125-billones/14530418) y “El Abrazo de la DIAN” (http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-abrazo-de-la-dian/14530420).

Se cree que el agujero en las finanzas nacionales es mucho peor. Vargas habla de analistas que lo estiman en 20 billones de pesos. Y, en todo caso, escribe que es enorme:”de entre el 5 y el ocho por ciento del presupuesto”.

Si, como afirmaban los hacendistas franceses del siglo XIX, “Gobernar es gastar”, el margen de maniobra de lo que la prensa ha dado en llamar “Santos II” va a ser muy estrecho. Y está perdiendo apoyos muy valiosos entre los potentados que ayudaron a reelegirlo, pues no entienden cómo aspira a que sean ellos, más la sufrida clase media y, en últimas, el colombiano de a pie, quienes tengan que pagar la cuantiosísima factura de la reelección.

La gran carta de Santos para darle aire a su gobernabilidad es el acuerdo con las Farc y por eso sus voceros dicen a los cuatro vientos que todo va muy bien, que nadie saldrá afectado por lo que con los guerrilleros se convenga y que ya estamos prácticamente en el periodo constructivo del postconflicto. Pero las Farc lo desmienten categóricamente. De ahí que Plinio Apuleyo Mendoza se pregunte en su último artículo para El Tiempo, “A fin de cuentas, ¿a quién creerle?”( Vid. http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/a-fin-de-cuentas-a-quien-creerle/14521957.

Recuerdo que cuando Otto Morales Benítez renunció a seguir manejando el proceso de paz iniciado por Belisario Betancur, y que terminó tan mal, habló de “los enemigos agazapados de la paz”, aunque sin decir quiénes eran.

Pues bien, los diálogos de La Habana tropiezan con dos enemigos nada agazapados y bien visibles: las inconsistencias del gobierno de Santos y la descarada arrogancia de las Farc.

Me decía hace poco un amigo, de esos que saben dónde pone la garza, que la desesperación de Santos por mostrar resultados lo está llevando a firmar lo que le exija su contraparte y a nosotros no nos quedará otro remedio que plegarnos a lo que su debilidad les otorgue a los narcoterroristas.

Vino entonces a mi memoria el verso de “Casas Viejas”, para hacerme ver que nos llevarán “Como va al matadero la res…”

A lo largo de todo este proceso no hemos hecho si no ver cómo el gobierno cede y miente, mientras que las Farc ganan y ganan por punta y punta, como si se tratase de una lotería de la que tuviesen todos los boletos en sus faltriqueras. Ya aquél está ajustando su lenguaje para admitir que no habrá entrega, sino dejación de armas, y ofrecer además la posibilidad de un cese el fuego bilateral. Et sic caeteris…

En su momento veremos cómo se decide la suerte de la institución armada, se encuentra la fórmula mágica para garantizar impunidad, se aceptan los cambios estructurales que la guerrilla exige para integrarse al régimen político y se conviene la elección de una asamblea constituyente en términos que le garanticen que tendrá mayoría. Entonces, como lo ha denunciado valerosamente el procurador Ordóñez, estaremos compitiendo con un partido político armado y con recursos financieros que, según informaciones recientes, solo son superados por los de ISIS (Estado Islámico de Siria y el Levante).

No tengo nada en principio contra la campaña que, por iniciativa de la Andi y con apoyos tan fuertes como el de la jerarquía eclesiástica, acaba de lanzarse en favor de la reconciliación de los colombianos.

Es más, después de leer el importantísimo documento que para el efecto publicó el cardenal Salazar y me hizo llegar oportunamente mi caro amigo Rafael Uribe Uribe, hube de vencer una reticencia inicial sobre su actitud, pues en el mismo se habla, con profundo sentido cristiano, de la necesidad de que las víctimas del conflicto sean misericordiosas y perdonen, pero también, del arrepentimiento y la conversión de los victimarios.

Todo lo que conduzca al desarme de los espíritus ha de ser bienvenido. Sin embargo, tal como lo recomienda el Evangelio, al lado del candor de las palomas hay que protegerse con la astucia de las serpientes y no entregarse con mansedumbre de ovejas a la ferocidad de los lobos.

Si los diversos estamentos de la sociedad colombiana les dicen a las Farc “Yo soy capaz de perdonar y de ser misericordioso”, ojalá que sus cabecillas  en todos los niveles respondan de igual manera.

Sin embargo, no hay que bajar la guardia. Esa es una campaña publicitaria que por supuesto hace mucho ruido; pero lo que se desea son las nueces. Ya se verá si produce el milagro del cambio de actitud de las Farc.

Yo soy uno que cree en milagros, pues los he experimentado en mi interior. Del mismo modo que creo en la acción del Demonio, pues la he padecido, creo también y con más fuerza en la gracia de Dios, que me ha bendecido en momentos cruciales de la vida. Pero los milagros se producen, como insistentemente lo dice el Evangelio, por la fe.

Desafortunadamente, Colombia es hoy un país que en apariencia es religioso, pero en el fondo está profundamente descristianizado y, por ende, corrompido, tanto en la esfera de lo público como en la de lo privado.

¿Qué se puede esperar de una sociedad que tolera que unas niñas que van al extranjero a una competencia ciclística se presenten con un uniforme  que simula la desnudez de sus genitales? ¿A quién se le ocurrió esa porquería? ¿Qué se pretendió con ello? ¿Acaso, rendirle tributo a la flamante titular de la cartera de Educación Nacional?

Coda:

Acabo de leer en Twitter unas declaraciones de Santos para la BBC en las que dice lo siguiente:

“Ese Centro Democrático en el fondo es una extrema derecha, una especie de neonazismo, de neofascismo que lo único que causa es polarización y odios”.

Cómo contrasta esta actitud desobligante respecto de una oposición legítima que obtuvo cerca de siete millones de votos contra viento y marea en las pasadas elecciones, con el “prodigio de blandura” que, parafraseando a Churchill, exhibe frente al segundo grupo terrorista más poderoso del mundo.

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