Farcsantes

El clamor repetido muchas veces, en el que la mayoría de los colombianos queremos la paz, no significa que puede ser a cualquier costo, ni que tengamos que acabar con todos nuestros principios. Entendemos muchos que para conseguir la tan escurridiza paz nos tendremos que tragar muchos sapos, aceptar no pocas injusticias y perdonar muchas atrocidades.

Esa realidad no la podemos evitar. Pero otra cosa es que la paz como una hipotética promesa, hasta ahora no cumplida por los que la han hecho pedazos durante décadas, sea manoseada con frialdad incalculable, con una crueldad sin límite, con una arrogancia de parte de los actores violentos, que no tiene excusa en lo colectivo, es inadmisible en lo social y no es aceptable, ni en lo personal, ni en lo general.

La paz (del latín pax), definida en sentido positivo, "es un estado a nivel social o personal, en el cual se encuentran en equilibrio y estabilidad las partes de una unidad; definida en sentido negativo, es la ausencia de inquietud, violencia o guerra".

Pero asistimos a una realidad muy violenta, en la que los seres humanos valen nada para los violentos y sus aliados, criminales sin tripas, sin sangre fría, porque para ser un criminal de esa calaña, no es posible tener corazón, si no hay corazón no hay vasos sanguíneos y si no hay vaso sanguíneo, pues no hay sangre. Es como si los violentos de todas las pelambres, terroristas, narcotraficantes, bandas criminales, y todos sus etcéteras, pertenecieran a una categoría distinta a la del animal humano, el "homo sapiens", convertido en ellos en alimañas terroristas, el "primate terrificus".

No es posible que quieran hacernos creer el cuento de sus buenas intenciones de ayudar a construir la paz, cuando en el día a día arrasan poblaciones enteras, asesinan sin el menor recelo y dejan una estela de sangre que mancha todo el territorio nacional.

¿Cómo pueden llegar al cinismo de asociarse a asesinos sin ideología, para ponerle precio a la muerte de un policía, que normalmente es un ser humano humilde, que casi siempre, sin contar los corruptos que existen entre ellos, son seres humanos buenos, honestos, con una familia que los ama? Matarlos por encargo, con precios de acuerdo al grado militar, es una vergüenza para cualquier sociedad, una maldita vergüenza.

En el Derecho internacional, particularmente se denomina paz al convenio o tratado de paz, que pone fin a la guerra.

Solamente un estado civilizado ve la paz de algo positivo, contrario a los estados de salvajes y bárbaros que creen que la guerra fratricida, es una forma honrosa de vida.

No podemos seguir haciendo una alegoría a algunas épocas oscuras, que ya en nuestro país causaron tanto dolor, tanta desolación y tanta muerte impune. Solo tendremos una Nación digna, el día en el que consigamos la distopía de la total ausencia de violencia.

Si estos principios básicos no se dan, no tendremos más alternativa que acabar con lo que se convierte en una farsa, en las conversaciones en La Habana; cambiar el deseo de la paz, por la acción contundente contra los violentos, con resistencia pacífica, hasta arrinconarlos como nos han enseñado otros pueblos y algunos grupos indígenas en Colombia.

Los miembros de las Farc, los insurgentes y los violentos, deben entender que la paz es ahora o no es nunca. Que no pueden tener pisoteado impunemente a todo un país, sin que tengamos que recurrir a otras estrategias para minar el poder de los terroristas y sus compinches.

Ya es tiempo de mostrar verdaderos e irrefutables hechos de paz, para que demos por terminada esta Farcsa.

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