MATAMOS EL TIGRE Y NOS ASUSTAMOS CON EL CUERO

En los escasos 14 años desde que Álvaro Uribe Vélez llegó a la presidencia solo con la fuerza de su opinión y enfrentado a las maquinarias tradicionales representadas por los partidos históricos, y a la también histórica corriente apaciguadora expresada en las propuestas de paz desde Belisario Betancur en adelante, hasta llegar a Pastrana, el uribismo ha experimentado éxitos y fracasos, aciertos y errores.

Fácil es referirse a los aciertos, pero cuando más se aprende es al analizar los fracasos y en particular señalar sin temor los errores.

El fenómeno social y político creado por la acción del ahora senador Uribe, creó condiciones que hacía décadas no se presentaban. Otro asunto es que esas condiciones favorables no siempre fueron aprovechadas para fortalecer esta corriente, que además de líder, tiene lo que faltaba en otras épocas, un cuerpo de doctrina.

La creación del partido de la U fue motivada para agrupar en una personaría jurídica a la bancada que en ese momento acompañaba al mandatario y líder de la nación. La organización y creación del Partido de la U desde un principio se le entregó completamente a Juan Manuel Santos, quien  sí tenía claro para que le podía servir ese aparato. Efectivamente lo utilizó para el vil propósito de traicionar y dejar al descampado al uribismo y su jefe. El uribismo no sólo se quedó sin ejecutivo y sin partido, sino que además los Alcaldes y Gobernadores, que la figura y el trabajo del expresidente Uribe ayudaron a nombrar, tampoco se quedaron a su lado, pues fácilmente se entregaron a la mermelada y la extorsión  del gobierno de Santos.

¿Pero, cómo explicar que una corriente, a pesar de tanta y tanta traición y sin tener recursos económicos, ni burocracia estatal ni regional, fue capaz de sobrevivir y colocar en el congreso 39 de sus miembros y  concluir una campaña presidencial plagada de fraude, amenazas y chantajes mediáticos y reales, con  casi 7 millones de votos?

La respuesta es muy sencilla, esta corriente tiene lo más importante: la opinión pública, que significa que existen millones y millones de ciudadanos que no se dejaron ni comprar ni extorsionar y que acompañaron nuestras propuestas sin siquiera la ayuda de un transporte desde sus casas o veredas. Ese es el pueblo uribista que cree en una causa, que “no tiene torcedera” y es el que mantiene viva esta corriente. Son esos ciudadanos sin aspiraciones distintas a salvar la nación y que se acercan a las urnas por convicción patriótica.

Viene entonces la pregunta: ¿Será con esos ciudadanos que debemos construir el Partido Centro Democrático? ¿O lo haremos a la usanza antigua con unos pequeños y selectos grupos de “uribista triple A”, que en la puja interna por la dirección partidaria olvidan en la mayoría de los casos los intereses de esos miles y millones de colombianos, que sin opción de  participar en la vida partidaria, defienden la causa como los mejores?

Pero los errores pasados los hemos venido corrigiendo. La Convención del 15 de Julio tuvo la presencia de quien supo y quiso participar, a pesar de los señalamientos de algunos, que aseguraban que hacían presencia infiltrados de otros partidos enemigos. La realización de la misma fue un avance extraordinario en el camino de un Partido realmente democrático y de masas. El debate de los estatutos promovido por nuestro líder indiscutible, que en vez de aprobarlos a pupitrazos, permitió una amplio discusión  de los mismos con más de 2500 personas presentes, fue un verdadero ejemplo democrático.

El resultado: unos estatutos de esencia democrática, los cuales son susceptibles de algunos ajustes. Lo que nadie puede negar es que fue la voluntad de los militantes reunidos allí y que estos no erraron en lo fundamental. La confianza del expresidente Uribe en la opinión del pueblo es parte de su cartilla y se comprobó ese 15 de Julio.

Pero a pesar de ello, nuestro Partido Centro Democrático  no ha puesto en práctica ese ejemplo aleccionador. Pasados más de 45 días de ser aprobados estos estatutos, uno de sus principales artículos y que le da el carácter al Partido, no se ha puesto en práctica. Hoy en día un ciudadano que quiera hacer parte del partido como militante no tiene la forma de hacerlo, pues no existe uno de los elementos que dictan y obligan  los estatutos: un formulario de afiliación oficial y público.

No existen razones prácticas para no hacerlo. Las razones políticas que señalan el riesgo de ser cooptados por partidos o grupos que se aprovecharían de nuestra personería, es el mismo argumento del partido de la U y de otros similares que sólo permiten el crecimiento del mismo con sus conocidos y amigos. El nuestro, y  ya lo ha probado la experiencia, debe confiar en la opinión del pueblo uribista y permitir de inmediato su ingreso sin cortapisas al Partido. Este ingreso masivo será la verdadera garantía de que este partido no cambie de rumbo. Ese es el verdadero espíritu del uribismo. No podemos matar el tigre y asustarnos con el cuero. Es ahora o nunca que debemos ejercer la más amplia democracia, para recibir miles y cientos de miles de ciudadanos generosos y comprometidos, quienes garantizarán la orientación del Partido para que sirva a las generaciones futuras.

Lo contrario será un partido que lleno de temores, se convierta en el partido de unos pocos y hábiles iluminados, que nunca representarán el partido de masas que reclaman los colombianos.

Nota: Ojo con los nombramientos a dedo de los delegados regionales a la Convención Nacional. Más de lo mismo.

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