NO HAY PLATA

Con esa respuesta le salió el Ministro Cárdenas al Director de la Unidad Nacional de Protección, Andrés Villamizar, cuando le dijo que por el inmenso número de protegidos que tenía le faltaban setenta mil millones de pesos para terminar el año. Pues al diablo sus protegidos, porque no hay plata.

Cárdenas no puede ser tan despistado como para ignorar que ese “no hay plata” vale la muerte de muchos que en situaciones extremas de riesgo van a quedar en manos de sus agresores. Esa es la pena de muerte para centenares de inocentes, que pueden ser jueces, periodistas, defensores de derechos humanos, empresarios, colombianos a los que se sabe que quieren matar. Y que van a matar.

Estamos a las puertas del mayor escándalo político de fin de año. Y cuando maten al primer desprotegido, a las puertas de un verdadero terremoto de opinión. Tiene que ser muy grave la situación para que un Ministro se atreva a tanto. Ha tenido que ser fenomenal el despilfarro de los recursos públicos, que se han ido en mermelada, publicidad y corrupción, como para que Juanpa asuma semejante responsabilidad.

No conocemos la magnitud del déficit fiscal para este año, y será difícil conocerlo porque este es el gobierno del maquillaje y la mentira. Pero este déficit fiscal viene acompañado de uno de tesorería tan agudo como para permitir lo que empezará a pasar en unas horas, o en unos días. La matanza de los inocentes, podría llamarse este capítulo de nuestra trágica historia.

Ya sabemos que para el año entrante hay un déficit presupuestal de doce y medio billones de pesos, que algunos analistas calculan en más de veinte. Ese hueco gigantesco es el que habrá de taparse con una nueva reforma tributaria, para gravar más a no se sabe quién o con recursos de crédito que ni este Congreso de alma subalterna se atrevería a aprobar. De modo que a ese “no hay plata” de ahora se le avecina una situación mucho más dura para el año entrante.

Santos no ha empezado a cumplir sus ofertas de campaña. Le debe promesas a las regiones, a la salud moribunda, a la educación, a la seguridad y ¡válganos Dios! a la paz. Ninguno de esos gastos extraordinarios está previsto en el presupuesto que cursa en el Congreso. Y ni por esas. Mintiendo tanto, incumpliendo tanto, el hueco mínimo es de doce y medio billones de pesos.

Esta situación crítica no ha sido valorada y menos discutida. Los empresarios agrupados en gremios entregados al Gobierno, como la ANDI, siguen repitiendo como loros aquello de que SOY CAPAZ, volviendo la espalda y tapándose los oídos a lo que dicen las FARC y a esta dolorosa falta de medios presupuestales.

La crisis no es producto de circunstancias insalvables o sorpresivas. No. Es el resultado del derroche y la corrupción, diablos gemelos que andan sueltos desde cuando Juanpa decidió ganar elecciones sin escatimar el precio. El Gobierno ha recibido cantidades inmensas de dinero, producto de la bonanza que le dejó sembrada Álvaro Uribe. Y las ha dilapidado todas. Y lo que es más grave, sigue anunciando y prometiendo, que son los dos verbos maestros del régimen. Aquí no se ejecuta, no se cumple, no se alivia la condición de los pobres, no se genera empleo genuino, no se siembra desarrollo. Aquí se anuncia y se promete. Y eso sigue en medio de un desolador “no hay plata”, ni siquiera para impedir que a la gente la asesinen.

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