Para celebrar el Grito de la Independencia

Sobre Miguel Hidalgo y Costilla: “era de estatura mediana, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y calvo… pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos: de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio, cuando entraba en el calor de alguna disputa. Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de pueblos pequeños” (recuerdo de Lucas Alamán).

Sobre el día que comenzó la Guerra de Independencia: “Descubierta la conspiración, la audaz decisión del clérigo impulsó el siguiente paso. Primero, acompañado por su hermano Mariano, José Santos Villa, Allende, Juan Aldama, liberó a los reos que se encontraban en la cárcel, con quienes logró reunir cerca de 80 hombres. La medida siguiente, decisiva también, fue la de convocar al pueblo a la iglesia y revestido con su autoridad parroquial anunciar que la religión estaba en peligro por parte del gobierno español que conspiraba, en unión de todos los peninsulares, contra ella y que había necesidad de salvarla; proclamó que ‘ya se había acabado la opresión: que ya no había más tributos’ y ofreció, además, que los que se alistasen con caballos y armas les pagaría a peso diario, y los de a pie a cuatro reales… La gente manifestó adhesión a su sacerdote y protector, decidida ‘a caminar al martirio y auxiliar a su párroco en tan gloriosa cruzada destinada a destruir el gobierno y los enemigos de su culto’” (Fernando Díaz Díaz, La Guerra de Independencia en México: Caudillos y Caciques).

Sobre la Virgen de Guadalupe: “La imagen que se levanta y se mueve bajo el impulso del brazo de Hidalgo invita a la movilización, como cuando la Virgen de Guadalupe fue llevada en procesión de la Villa a la Catedral para que cesara una epidemia de fiebre tifoidea en 1736. El brazo de Hidalgo con la imagen de la Virgen en alto, tal como el brazo de los cristianos con la Cruz en alto, invitó a la movilización en tiempo de las Cruzadas. En ese sentido, la lucha por la Independencia adquiere el sentido de unas cruzadas ‘guadalupanas’. ‘En nombre de la Virgen de Guadalupe’, ‘bajo su protección’, ‘La Virgen los llama’. De ser objeto de veneración pasa a convertirse en punta de lanza. La Virgen ya no está enfrente de los creyentes, sino al frente y al lado de Hidalgo, ‘de su parte’” (Margarita Zires, Reina de México, patrona de los chicanos y emperatriz de las Américas: Los mitos de la Virgen de Guadalupe-estrategias de producción de identidades).

Sobre la violencia contra los españoles: “Al igual que el aristócrata para la Revolución Francesa o el burgués para la Revolución Rusa, el gachupín se volvió para la revolución de Independencia mexicana ‘el chivo expiatorio de las desdichas del mundo’, en palabras de F. Furet. El español europeo devino así el objeto por excelencia de la hostilidad rebelde, y de hecho se construyó un imaginario antigachupín que dio lugar a un estereotipo de persecución, que tuvo a su vez la doble función de justificar y alentar las matanzas de peninsulares. La rebelión de Hidalgo no creó el antigachupinismo desde luego, pero exacerbó y legitimó un sentimiento de animadversión para entonces secular. Le confirió además una dimensión política al convertirlo en el eje rector de su discurso justificativo. El enorme eco popular que adquirió el discurso en contra de los peninsulares lo advirtió con perspicacia Lucas Alamán: aunque el grito de guerra rebelde era ¡Viva Dios, viva el rey y viva la patria!, los seguidores de Hidalgo, afirmó este historiador, hicieron suya una significativa versión sintetizada: ¡Viva la Virgen de Guadalupe y mueran los gachupines!” (Marco Antonio Landavazo, El asesinato de gachupines en la guerra de independencia mexicana).

Sobre la ceremonia del 15 de septiembre por la noche: “[en 1896] la campana del pueblo de Dolores, la que Hidalgo utilizó para lanzar su grito de reunión, fue transportada con grandes costos a México. Su instalación provocó la organización de una gran procesión cívica de apego al régimen [de Porfirio Díaz]. A partir de ese momento, la campana sonaría todos los días 15 de septiembre, accionada por el Presidente” (Annick Lempérière y Lucrecia Orensanz, “Los dos centenarios de la independencia mexicana (1910-1921): de la historia patria a la antropología cultural”).

Twitter: @leozuckermann

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