Realistas e idealistas

El país está sumido en un momento de quiebre a raíz de la eventual culminación del conflicto armado o su inminente transformación, como ya se avizora con la alianza entre guerrillas y bacrim. Las diferencias políticas sobre la pertinencia y desarrollo del proceso de paz capeancada vez con mayor vigor, por lo que se requieren nuevos elementos de análisis para superar el maniqueísmo descalificador que hoy impera.

El punto de tensión entre los sectores políticos divergentes, reducidos a su mínima expresión entre uribistas y santistas, se centra en la manera como se interpretael legado histórico y cultural de nuestra sociedad, la visión del futuro, al igual también de la responsabilidad moral que se adopte frente a los acontecimientos del presente.

A los escépticos de la voluntad de las Farc de renunciar a la violencia y demás estratagemas para la toma del poder los asiste cierto realismo, mientras que a los que consideran optimistas del fin del conflicto armado como resultado de la firma del acuerdo en la Habana los mueve más el idealismo. La evidencia categórica puede hallarse en el tipo de reflexiones que elaboran unos y otros, pero sobretodo, en el uso del lenguaje.

Orillas contrapuestas del mismo rio que guardan en común el anhelo de erradicar la violencia en Colombia como medio para alcanzar fines políticos.

Los realistas apelan a los antecedentes históricos del conflicto colombiano para entender que la solución a la violencia se basa en persistir en el debilitamiento por la vía militar y el cerco delas rendijas políticasde las Farc hasta el punto de presionarsu rendición;incluso contemplan la eventual negociación con los grupos ilegales siempre y cuando ésta se ciña a asuntos ligados exclusivamente a otorgar ciertos beneficios jurídicos y, tal vez, políticos. Para los realistas colombianos la libertad cobra importancia siempre y cuando se haya logrado establecer el orden en el país; por tal motivo el mejor referente histórico lo constituye el gobierno de Álvaro Uribe.

A su vez los idealistas acuden por lo general a principios basados en preceptos morales, cargados de buenas intensiones como las que asistieron en su momento a los ex presidentes Betancurt y Pastrana,las cuales no se tradujeron en resultados positivos debido al desprecio de las Farc. Los idealistas creen en la paz como valor supremo y bastiónfundamental de la libertad; por tanto cualquier mecanismo o sacrificio para lograr la paz es válido, inclusohacer concesiones jurídicas, políticas y económicas a las Farc para que renuncien a las armas.

Lo clave del asunto radica en que el Estado colombiano no puede regirse bajo preceptos idealistas. Los ciudadanossiempre cuentan con esa alternativa, por el contrario, el Gobierno nacional no tiene dicha opción. Esto se debe a que el Estado no puede renunciar a garantizar el bienestar de sus ciudadanos y mucho menospermitirse ser indulgente con la violenciabajo la excusa de la paz, la igualdad o la libertad; pues entraría en contravía del precepto hobbesiano que justificasu existencia, es decir, el miedo a la muerte violenta en cuanto piedra angular del egoísmo liberal.

El Gobierno nacional tiene que funcionar bajo lógicas realistas que entiendan lo más objetiva y racionalmenteposible la naturaleza del conflicto colombiano, el carácter terrorista de las Farc y de los demás grupos armados que amenazan la seguridad. No cabe excusarse en el artículo 22 de la Constitución como lo ha venido haciendo el presidente Santos para justificar el apaciguamiento, la claudicación al monopolio de las armas mediante treguas implícitas y el sometimiento a la Ley de los grupos armados ilegales, menos aún cuando les está reconociendo calidades políticas y les otorga legitimidad para discutir temas de la agenda nacional que son competencia exclusiva del Congreso de la República.

Santos se equivocaal desconocer la realidad para gobernar, la cual da cuenta del desinterés de las Farc a renunciar al terrorismo y perseverar en sus planes estratégicos;y más cuando centra su gobierno sobre la elucubraciónoficial en torno a la paz. ¡Como ciudadano bien puede ser idealista, como presidente no puede desconocer la realidad!

A lo largo de la historia se han presentadodiferencias en materia de seguridad nacional entre las cabezas que dirigenEl Pentágono y los presidentes de los Estados Unidos. Los primeros,a pesar de estar subordinados al presidente, no vacilan al momento de anteponer razones cuando advierten que la seguridad nacional de los norteamericanos se encuentra en riesgo y la solución que plantea el gobierno no es la más conveniente para el país.

Casos similares se han presentado desde la Segunda Guerra Mundial, el más recordado quizá, el de la política de apaciguamiento frente a la amenaza nazi del presidente inglés Neville Chamberlain y su obligada dimisión que dapaso al liderazgo de Winston Churchill.

La última gran diferencia entre los militares y el ejecutivo en el país del norte es la delactual Jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de EEUU, general Martin Dempsey, y el presidente Barack Obama en torno al tipo de intervención militar que debe ejecutar Estados Unidos en contra del “Estado Islámico”; debate que ha llegado hasta el Congreso y sigue siendo motivo de discusión.

Barack Obama, premio nobel de paz en el año 2009 por su benévola posición frente a la guerra en Irak y Afganistán, tras ser presionado por una respuesta netamente realista en Oriente Próximo, decidió iniciar la intervención militar contra el grupo terrorista “Estado Islámico” el 23 de septiembre de 2014. Por su parte, Juan Manuel Santos, aspirante a premio nobel en el año 2018 por prometer la paz en Colombia, se desentiende de quienes le exigen una respuesta realista frente a los constantes actosterroristas de las Farc, el ELN y las bacrim, estigmatizándolos como guerreristas enemigos de la paz.

Twitter: @alvaroprezmolin

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