¿SERÉ CAPAZ DE PERDONAR AL INCAPAZ?

Se desató una campaña publicitaria de sensibilización al pueblo colombiano para que acepte esas pretensiones egocéntricas del promotor del acuerdo de cesación del fuego y las acciones terroristas, los secuestros, las minas antipersona, el reclutamiento de menores y los abusos de estos tanto sexuales como carne de cañón, el boleteo y las extorsiones a quienes desarrollan labores legales dentro de las crecidas, en estos últimos 4 años, zonas de influencia de estos, el contrabando de gasolina y la minería ilegal y, el mejor negocio de todos, el narcotráfico.

Está bien ideada y tiene esa connotación de la sílaba "paz" dentro de su mensaje.

No entraré en detalles, puesto que desde hace rato decidí no creer en estos embelecos que pretenden institucionalizar la impunidad en aras de conseguir una paz inviable por la manera en que quieren obligar al pueblo a olvidar y supuestamente perdonar esos más de cincuenta años de violencia indiscriminada e injustificable.

Yo puedo ser capaz de perdonar a quien me pide perdón y es muy posible que muchos de los millones de colombianos que, de una u otra forma, han sido víctimas de estos facinerosos tenga la capacidad y la altura espiritual para hacerlo, pero no creo que muchos de nosotros aceptemos de entrada, que ese perdón implica impunidad, y lo peor, que pasen a ser de victimarios a víctimas del establecimiento y de la injusticia de una sociedad que, imperfecta como todo lo humano, ha intentado sobrevivir a pesar de ese accionar terrorista de los integrantes de estas pandillas delincuenciales.

En mis pies no caben los zapatos del: terrorista, el narcotraficante, el pederasta, el explotador de oro ilegal y contaminante de los ríos de nuestro país, el contrabandista, el secuestrador o el extorsionador. Esos zapatos nunca me servirán y por ende ni me los mediré y no cabe en mi cabeza que pueda cohonestar con esos perdones inmerecidos hacia quienes ni se arrepienten de sus acciones.

Esas expresiones innobles de mujeres que pertenecen a ese grupo de terroristas, difamando a Clara Rojas, una de las víctimas que mayor solidaridad han despertado dentro de los sentimientos del pueblo colombiano, son la realidad innegable de la calaña de esos personajes que quieren entronizar en nuestra organización social. Aprobar esto es una involución hacia los principios de la humanidad en donde primaba la ley del talión y ganaban los mejor dotados de fuerza o armas.

La religión del perdón, esa que nos enseñaron de niños, pedía el acto de contrición y el propósito de enmienda para perdonar esos pecadillos que supuestamente cometíamos cuando no asumíamos las responsabilidades que nos competían. Eran condiciones básicas que obligatoriamente deberíamos cumplir. Y no sólo eso, debíamos acudir, en un acto deliberado y público a un confesionario para solicitar que se nos oyese en confesión para pedir ese perdón.

Esa paz será una realidad cuando las víctimas se sientan plenamente resarcidas y por eso pedir que sean capaces de perdonar lo imperdonable, se sale de toda lógica, máxime que quienes nos han ofendido son incapaces y no tienen la humildad para solicitar perdón.

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