Dignos de gloria

Fustigado por la celada que contra su reputación tendió Santander, en los últimos meses de vida Bolívar decidió salvar para sí el trofeo de la gloria, cierto de merecer total reconocimiento. El anhelo de romper las cadenas que amarraban a su pueblo, además de la fama y el honor, fueron la fuente de vitalidad que motivó su destino libertador.

La gloria es el premio que se gana en el fragor de la batalla, no necesariamente al triunfador sino al que, aún careciendo de perfección moral, luchó con más ímpetu. Es un bien ulterior al esfuerzo que la historia atesora con orgullo. No se adquiere desde el frío de los escritorios, menos aún sin fatiga alguna, sino con esfuerzo y sacrificio.

La gloria no es más que el premio al héroe. Pero en tiempos cargados de moralina, el hecho de saber quién es verdadero resulta ser objeto de intensa reflexión, o acaso, cuál es la virtud que brilla en quién ha de ser héroe; se han cuestionado por siglos los filósofos.

Descartando la prudencia, la justicia, la temperancia, la moderación y muchas otras cualidades más, porque incluso el desprecio a virtudes como esas es a lo que el heroísmo debe su brillo, los hombres de ideas conciben la fortaleza de ánimo como el verdadero pilar del heroísmo, pues es el suplemento de las virtudes y es la que impulsa a los hombres a grandes cosas.

Por Rousseau entendemos que el objeto del verdadero héroe necesariamente se extiende al bienestar y la felicidad de todos los hombres a costa de esfuerzos y sacrificios personales, a diferencia del hombre común o incluso del intelectual, quienes se ocupan de su propia felicidad y de predicar sobre un mundo ideal que en muchos casos no quieren ni para ellos mismos. En últimas, el héroe es el más útil de todos.

Cada nación tiene sus propios héroes, circunstancia que hace de este mundo un panteón de próceres cuyas hazañas son en su mayoría desconocidas por el común de los mortales. El éxito de sus vidas se debe sobre todo a la conversión del clamor hecho acción de los más entrañables anhelos.

Entre los clamores que han gritado los diferentes pueblos del mundo solo hay uno que resuena más fuerte que todos los demás. No ha sido la justicia, mucho menos la igualdad, tampoco la paz; es la libertad la causante de las grandes gestas de la humanidad. Los héroes dignos de toda gloria han sido quienes con energía, ímpetu y fortaleza han cargado a sus pueblos hacia ella.

La libertad, dijo el Quijote a Sancho Panza, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.

Hoy por hoy muchos dicen luchar contra el imperialismo, el capitalismo o cualquier otro vacuo y artificioso propósito, sin embargo, su interés no es otro que coartar y gobernar con fanatismo, capricho e improvisación. Quien así lo hiciese, ciertamente no es digno de gloria.

El perenne apego a la gloria ha sido tan benéfico como perjudicial para la humanidad. Hitler, Stalin, Mao, Franco, Pinochet, Videla, Castro, Che Guevara, Chávez y más, con bravura enfrentaron las circunstancias sin detenerse a constatar que los excesos empañaban sus campañas y las causas que creían defender no estaban en sintonía con el anhelo de sus naciones. Lincoln, Bolívar, San Martín, Mandela, Gandhi y más, por el contrario, son referentes históricos de que sin bravura pero con genio y fortaleza de ánimo al servicio de la libertad se puede conquistar la gloria.

Hoy en día escasean las gestas dignas de pletórica gloria en el mundo occidental, en parte porque los pueblos son cada vez más libres. A pesar de ello, no debe desconocerse el perseverante esfuerzo que silenciosa o públicamente algunas personas verdaderamente hacen en aras de defender las libertades adquiridas de los colombianos, pues entienden que no son vitalicias ni mucho menos inmutables, más cuando acechan cada vez más los interesados en subyugar con artificiosos fundamentos el alma de nuestra nación.

Honor y gloria para los héroes que con fortaleza de ánimo, vigor, ímpetu e inagotable energía luchan verdaderamente por la libertad en Colombia. La nación y la historia se los reconocerá.

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