Estupidez e insensatez

Quienes pretenden que continúe el proceso de paz ajeno a comentarios y críticas se contradicen sobremanera, pues transgreden los principios más elementales de la democracia, razón que a su vez, aducen, es el fundamento que justifica el proceso de negociación.

Ciertamente, si no fuera por las voces del Centro Democrático y algunas otras no inscritas en la Unidad Nacional, no existiría un verdadero control político sobre el proceso. Gracias a sus reiteradas denuncias, gusten o no gusten, Santos y de La Calle han tenido que salir en más de una ocasión a dar explicaciones al país. Por cierto, flojas y contradictorias explicaciones que dejan al desnudo los excesos e improcedencias legales en las que han tenido que incurrir para mantener sentados a las Farc.

Sospechosamente los medios de comunicación capitalinos le siguen el juego a Santos de silenciar las críticas e invisibilizar ante la opinión pública los cientos de crímenes que cometen las Farc. La indulgencia de los medios oficialistas implica además promover el macartismo contra los sectores críticos al proceso, sus principales blancos, el procurador Alejandro Ordoñez, la bancada del Centro Democrático y una que otra víctima independiente.

Lo curioso de todo esto es que mientras Santos impulsa un proyecto de equilibrio de poderes, se empeña en silenciar los debates de control político que desde el Congreso de la República hace el Centro Democrático y que desde la óptica de la justicia hace el procurador Ordoñez.

A Santos solo le interesa escuchar las palabras elogiosas del fiscal Montealegre, de los organismos internacionales como la ONU, que cada vez que hacen un comunicado de apoyo demuestran tener desconocimiento de la realidad del país; y de los congresistas de la Unidad Nacional, que en muchos casos ni si quieran comprenden plenamente los verdaderos alcances de lo que se está negociando.

De igual forma, mientras busca formulas para otorgar espacios de participación política a las Farc, evitar la estigmatización contra los sectores de izquierda favorables a las armas y brindar garantías de seguridad a los cabecillas guerrilleros que eventualmente incursionen en política; promueve desde el Palacio de Nariño la más acérrima campaña para deslegitimar las voces que en democrática hacen los partidos de oposición.

Lo anterior apenas es una muestra de la más fina incoherencia política que puede reunir una sola persona, negociar con el terrorismo y al mismo tiempo contrarrestar fieramente la oposición democrática.

Otorgar beneficios directos a un sector no representativo que durante cinco décadas lo único que ha hecho es atentar contra el Estado de Derecho no propiamente es de un estadista demócrata. A su vez, ofrecer un tinto al principal contradictor político es una actitud hipócrita y canalla. Posar de magnánimo siendo flojo y artificial, es de ególatras narcisistas.

Existen vicios de principios y de forma en el proceso, factor que llevará al fracaso los resultados esperados por la oficialidad. Aducir que tras la firma de los acuerdos no solo será en beneficio para las Farc sino para todos los sectores políticos de oposición y minoritarios del país, es poner en un pedestal a los cabecillas guerrilleros, pues tras el acuerdo harán uso y abuso de tal argumento para proclamarse los autores materiales de las transformaciones institucionales.

35 años después del XIII Congreso del Partido Comunista podemos concluir que volvió a ganar el sector de Vieira y Cepeda, quienes promovían la lucha armada como el mecanismo más eficaz para llegar al poder, y a su vez, perdieron los sectores que como el de Álvaro Delgado, quién aun siendo comunista consideraba que la lucha debía ser, ante todo, política.

El mensaje que envía Santos con la decisión de persistir bajo mínimas condiciones la negociación de la agenda del país, es que para ser atendidas las demandas al Estado resulta más efectivo el camino de las armas que el de la política. Consideremos que en nuestro país las Farc tan solo son un grupo armado ilegal más, siendo entonces que para los demás criminales buscar negociar con el Estado empleando el terror será una alternativa muy atractiva, incluso para los que se están rearmando preventivamente desde ya.

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