Juan Carlos y Juan Manuel

Cuando en la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado en Santiago de Chile en noviembre de 2007 Hugo Chávez tildó de fascista a José María Aznar, expresidente del Gobierno español en representación del Partido Popular (centro derecha), en presencia de su sucesor y adversario político, José Luís Rodríguez Zapatero (del PSOE, centro izquierda), este le exigió inmediatamente respeto y el rey Juan Carlos, allí presente, le gritó, airado, “¿por qué no te callas?”. Las palabras de Rodríguez Zapatero fueron: “… se puede discrepar radicalmente de todo respetando a las personas; ése es el principio para que uno luego pueda ser respetado.

Y estoy seguro de que toda esta mesa y todos los latinoamericanos quieren que todos los gobernantes democráticos, que estamos aquí en representación del pueblo, seamos respetados, hoy y mañana, aunque discrepemos profundamente de las ideas que tengamos”. En resumen, cuando se ofende a un exjefe de Estado se considera que se insulta la dignidad del país y de su gobierno, aun cuando el ofendido sea un opositor político o ¿se debe entender que el que calla otorga? Es el honor nacional el que se ofende. Valga el episodio histórico del Rey de España para compararlo con las acusaciones de Maduro contra Álvaro Uribe. Ya el año pasado había dicho que Uribe era un asesino que conspiraba contra su vida. Vuelve a la carga Nicolás Maduro y en materia más grave, con la acusación que viene de lanzar contra nuestro expresidente de ser inspirador del asesinato del diputado venezolano Robert Serra del partido oficialista (Partido Socialista Unido PSUV): "Los autores intelectuales estoy más que seguro están fuera del país, por las informaciones que manejo, apuntan hacia Colombia y la banda de criminales que ha dirigido toda la vida el expresidente Alvaro Uribe”. Notoriamente esta es una acusación inmensamente más grave que si lo hubiera llamado fascista, como fue la de Chávez a Aznar y debió haber producido una reacción fuerte e inmediata de parte de nuestro Gobierno, pero, al menos hasta ahora (como tampoco ocurrió con las acusaciones anteriores), no se conoce ninguna protesta, ni de parte del presidente Santos, ni de la canciller Holguín. Si nuestro Gobierno no cumple su elemental obligación de exigir respeto para sus expresidentes, cualquiera sea su posición ideológica, tampoco podrá reclamar que lo respeten a él.

Ernesto Samper, flamante Secretario General de la Unión de Naciones Suramericanas, institución creada a instancias de Chávez, salió raudo a apoyar la acusación de Maduro declarando que el asesinato de Serra era “unas preocupante señal de infiltración del paramilitarismo colombiano”. En la caricatura de Osuna en El Espectador donde a la acusación de Maduro de “¡Fueron colombianos! ¡Fue Uribe!” responde Ernesto Samper, “Como usted diga mi comandante”, bien podría reemplazarse a Samper con nuestro gobierno.

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