Con resistencia pacífica, los nasas enfrentan a las Farc

Aproximadamente 2.000 personas asistieron a la misa celebrada en honor de los dos indígenas de la comunidad nasa asesinados hace tres días por guerrilleros de las Farc en Toribío, en el norte del Cauca.

Los indígenas caucanos denuncian que los grupos armados quieren sacarlos de sus territorios.

Flaminio Julicué ha sobrevivido a tantas guerras en su territorio nasa, que una más le importa poco, no porque no quiera enfrentarla, sino porque piensa que los saberes adquiridos en 83 años de existencia, y la sabiduría transmitida por sus ancestros —sobrevivientes de conflictos como él— le mostrarán el camino para salir de esta otra batalla que hoy busca acabar con su estirpe.

En la misma actores armados como las Farc buscan imponerse a la fuerza en su territorio con acciones como la ejecutada esta semana cuando asesinaron a dos guardias indígenas e hicieron pública una lista de 26 amenazados de muerte.

Manuel Tumiñá y Daniel Coicué, fueron dos indígenas de ese linaje que, al igual que Julicué, sortearon las mismas guerras y batallas reclamando la autonomía de los territorios indígenas, demandados también por los abuelos jaibaná, y que a su vez fueron también reclamados por los nasa que vienen detrás. A diferencia de Flaminio, Manuel y Daniel cayeron en una de esas luchas que les ha quitado más de mil indígenas a estas comunidades.

De esa guerra han conocido los disparos precisos del fusil, los imprecisos de artefactos explosivos lanzados desde las montañas, el sobrevuelo de sus territorios por aeronaves militares, las amenazas y la muerte.

Vida en el conflicto

La vida para los nasa en el Cauca se mueve entre caminos veredales y acciones de guerras ajenas desplegadas en cordilleras referidas como suyas, cruzadas por pliegues de selva espesa que esconde a los grupos armados sin el consentimiento de los indígenas.

Para Flaminio —tez morena y ajada, ojos pequeños y alargados— esa es la batalla que blandirá hasta el día de su muerte: una región autónomo, libre de grupos armados que solo les han llevado dolores y desgracias.

"La vida para nosotros está en la madre tierra. La riqueza nuestra no es el oro ni los minerales que quitan a la tierra. La vida para nosotros está en cada árbol, cada río, cada pedazo para sembrar", dice Flaminio, uno de los últimos médicos tradicionales de esa región del Norte del Cauca.

Por eso, ni la sangre derramada por los violentos sobre la tierra que habitan hará que abandonen sus terruños, los mismos sobre los que las Farc vertieron la sangre de dos comuneros el pasado miércoles solo por reclamar esa autonomía, por quitar una valla del grupo guerrillero que les comprometía su existencia, y los ligaba a una revolución armada en la que no quieren participar.

La muerte es una fiesta

En el sepelio de Daniel Coicué la vida entre los nasa siguió su curso normal. Mientras el cuerpo yacía en un ataúd vinotinto, cargado de flores y cintas verdes y rojas de la guardia indígena, mujeres jóvenes cosieron tulas y las mayores cocinaron en una olla redonda y extensa, al lado del féretro ubicado en el patio de la casa de tapia, el almuerzo para los asistentes.

Cada una de las 8 mayoras —como les dicen a las mujeres adultas— descargaban en la paila plátanos, yucas y papas despedazados con sus manos temblorosas y arrugadas. Se reían y conversaban fuerte, y junto al ataúd, un grupo de niños cantaba canciones de resistencia pacífica.

Y es que la muerte para los indígenas, pese al dolor de la ausencia, es una fiesta. Por eso las canciones, las palabras y los ritos. "Los muertos no están muertos, siguen vivos y por eso vinimos a cantarle. Vinimos a alegrarle el espíritu y la fuerza de él está con nosotros", dice Álvaro Armando Escué, profesor e integrante de la guardia indígena.

Esa fuerza es la que los acompañará para resistir en los territorios. "Porque no nos sacarán. Siempre hemos estado acá y acá permaneceremos, resistiendo de manera pacífica a los grupos armados que nos quieren eliminar", agrega Escué.

Junto a él están los perros que duermen bajo el ataúd rojizo junto a un vaso de agua, los polluelos que corren cerca a los perros detrás de la gallina madre, los niños que cantaron las canciones, los ancianos con sus sombreros pequeños y sus ruanas, los jóvenes y la guardia con sus bastones de mando con los que enfrentan de manera pacífica todas las vicisitudes en estas montañas caucanas.

Seguiremos unidos

Nada ha logrado desunir los lazos fuertes que unen a las comunidades indígenas. Ni siquiera los atropellos que ejercen los grupos armados en sus territorios o las incursiones de los grupos paramilitares que ellos señalan como aliados del Estado. No los han desunido las muertes por las balas como la de los comuneros Daniel Coicué y Manuel Tumiñá, la llegada de los conquistadores hace siglos o la violencia política.

Ocurrió el miércoles cuando las Farc, en la conmemoración del tercer año de quien fuera su máximo jefe, alias "Alfonso Cano", instalaron vallas en un territorio indígena. Los comuneros reclamaron pero los guerrilleros se negaron. La guardia indígena salió tras ellos.

"Les decíamos que respetaran nuestro territorio porque somos autónomos de nuestra propia tierra y no aceptamos ningún actor armado. De pronto uno de ellos se volteó y nos dijo: ya estoy mamado de estos sapos hijueputas, y descargó una ráfaga con la que asesinó a los indígenas", dijo uno de los sobrevivientes del ataque a la guardia.

Pese al ataque, la guardia no se dejó amedrentar y capturó a los atacantes, que hoy serán juzgados por la justicia indígena.

Este no ha sido el único ataque este año. Datos de la Organización Nacional Indígena (Onic) registraron la muerte de Fabio José Alegría Dagua, en octubre pasado, y en los últimos tres años van más de 60 indígenas asesinados según la Onic. Estas muertes están dentro de las 1.063 registradas por Medicina Legal en los últimos 10 años.

"No sabemos qué es lo que quieren estos grupos. Lo que sí sabemos es que desde hace mucho tiempo vienen las agresiones a los pueblos indígenas porque quieren manejar un territorio que no les pertenece", manifiesta Miller Correa, secretario de Gobierno de Toribío, Cauca.

Esa guerra los ha arrinconado entre las montañas y en sus resguardos. Pero Flaminio, y más indígenas han sobrevivido a tantas batallas y no se dejan intimidar por los fusiles. Se quedarán en sus territorios en resistencia pacífica, pues para ellos, la tierra es y seguirá siendo su mayor riqueza y darán la vida por ella.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar