Desánimo y posconflicto

Los casos inéditos del secuestro del General Alzate y del asalto a la isla Gorgona, son indicios graves, para cualquier analista militar, de una notoria desmotivación de las Fuerzas Armadas. Hay desánimo ante la posición turbia del Gobierno y ante la mudez del Mando. Cuando decae el interés, hay descuido y este es aprovechado por los delincuentes.

En el caso del General y sus acompañantes, bien que haya sido una estratagema del grupo terrorista, del Gobierno, de ambos o que haya sido una eventualidad imprevista, su posible entrega será una tenue señal de mínima racionalidad política de las farc, después de medio siglo de oportunidades desperdiciadas. Será, además, una coyuntura para que el Gobierno trate de relanzar lo de La Habana, luego de dos años de incredulidad y escepticismo generalizados.

Lo de Gorgona se explica porque los motoristas de los carteles Manuel Cepeda Vargas, 29 y 30, sus pilotos y barqueros conocen las mareas, corrientes, vientos y condiciones climáticas de ese mar por el que exportan casi el 40 % de la cocaína que se produce en el país. Falta de inteligencia, mal comando o pobre dispositivo de las fuerzas del Estado, ayudan a entender esta acción.

A pesar de tales episodios, la negociación continuará y algo se firmará en La Habana: los jefes terroristas se lo aclararon a los notarios de Latinoamérica, reunidos en la isla, ¿coincidencialmente? El escenario de posconflicto se seguirá promoviendo aunque El Salvador y Guatemala, que también negociaron con bandas comunistas y nos dan consejos, exhiben la dolorosa realidad de sus posconflictos: son los países con los mayores índices de homicidios en el mundo. No va a ser muy diferente en Colombia una vez la nomenklatura fariana acepte las prebendas que les ofrece el Gobierno y la impunidad que gestiona la Fiscalía de turno, aunque, con un aparato armado envilecido, sin mayor arrastre político en el país, estigmatizados por el narcotráfico y clasificadas como Terroristas por Estados Unidos y la Unión Europea, no la van a tener fácil. ¡En Colombia no les creemos a las farc! ni a sus promotores. Por ahora, la campaña mediática de sus quintacolumnistas arreciará y con pintas revolucionarias en los muros del sur de Bogotá, como en la Caracas chavista y pasacalles en los puentes de Medellín, como las narcomantas en México, buscarán mostrar fuerza que no tienen. El problema es que si el actual Gobierno se llegare a sentir acogotado y le pidiere a sus desanimadas Fuerzas Militares cumplir su función constitucional a plenitud -si es que antes no las ha desmantelado al estilo bolivariano- los soldados no le creerán y tendremos un escenario muy feo para todos.

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