La desconfianza

La desconfianza más grande que muestran los colombianos, después de la del Congreso, es la que manifiestan en torno a la Presidencia de la República y a los ministros del despacho.

No lo decimos nosotros. Ni tampoco lo sostiene el más recalcitrante uribista. Ni lo replica y repica el Procurador. Y menos la amplifica el godito más desmermelado. No. Lo dice el reciente estudio de la firma YanHaas publicado por El Tiempo el pasado domingo. Es decir, con tal aval, los más tercos gobiernistas deben tomarlo con tristeza y preocupación.

Ha debido caerle al grupo de prevalidos del régimen, esta investigación y conclusión como un baldado de agua fría. Congela su entusiasmo desbordado. No esperaban tal veredicto de la opinión pública encuestada por esa firma y pregonada –y algo camuflada– por su periódico. Dudaban o creían a pie juntillas que otras entidades poco prestigiosas dentro del sistema político, jurídico o económico del país llevarían tan deshonrosa presea. El desinfle es desconcertante para lo que creían y soñaban.

Con estos resultados, ¿cómo puede marchar un país en donde la desconfianza sobre el poder Ejecutivo es tan grande? ¿Cómo se puede convencer a una comunidad escéptica de que la gestión presidencial y la de los ministros son acertadas, cuando cada día se ven las reversas, las contradicciones, las incoherencias? Mayor gravedad en un sistema de corte presidencialista como el colombiano.

Contrasta la desconfianza nacional en la Presidencia de la República, en el gabinete ministerial y en el Congreso –dos de los tres órganos fundamentales del poder público– con la simpatía y credibilidad que despiertan el Sena, la Cruz Roja y el Ejército Nacional. Se reconoce su aporte y seriedad. La eficacia en su labor. Se aplaude por las mayorías su gestión de acuerdo con el estudio de YanHaas.

Son tantas las frustraciones del ciudadano ante la figura del Ejecutivo nacional, que la fe pública se va al suelo. Los escándalos de corrupción, las negligencias para consagrar tantas promesas y propuestas, las reformas fiscales draconianas que se ventilan para dejar exhaustos los bolsillos esencialmente de las clases medias, el derroche de recursos para doblegar conciencias, horadan cualquier prestigio por mermelada que se unte a lo largo y ancho del país. Los mismos bandazos en el proceso de paz –esa paz que anhelan conquistar los colombianos– va derrumbando la confianza, adversidad que se percibe en las encuestas en donde la opinión pública se manifiesta sin cortapisas y retenes.

Es delicado para la estabilidad institucional que las mayorías de los encuestados crean poco en su Presidente y sus ministros. Son resultados que abochornan. Como colombiano que defendemos las instituciones, no podemos solazarnos con tan deplorable balance. Es bien difícil reconstruir un país en donde la incertidumbre sobre la eficiencia y seriedad de la gestión de gobierno se va generalizando.

P.D: Ojalá aparezcan pronto sanos y salvos el general Álzate y sus acompañantes secuestrados en las selvas chocoanas. Esto podría contribuir en algo a levantarle la cabeza al Ejecutivo, que va perdiendo la confianza nacional.

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