Pedagogías de la guerra

Las acciones ciudadanas por la paz necesitan sustentos teóricos comprometidos con juicios para comprender la realidad.

Seis décadas de tensiones y conflictos sociopolíticos y económicos insolubles —a la par que una precaria legitimidad institucional— han favorecido la vigencia dinámica de la confrontación militar más antigua (y grave) del hemisferio occidental, en la que la tercera parte del territorio colombiano ha sido —literalmente— un “teatro de guerra” antes que una “escuela” creadora de experiencias para construir conocimiento público sobre su caracterización típica, sus técnicas singulares, su desarrollo cruento o su solución política.

Las que hoy constituyen ideas dominantes relacionadas con el conflicto interno armado son apenas prejuicios irracionales derivados de intereses comprometidos con el modelo de acumulación vigente, con cuya simplicidad analítica disuelta en arbitrarios registros cuantitativos —que anotan solo de manera descriptiva sus características parciales y su degradación patológica— escamotean la verdad histórica para dar lugar a la distribución selectiva de culpas y, de paso, absolver sin formula de juicio a quienes han promovido desde el patrimonialismo y el clientelismo las condiciones de pobreza y miseria de la población.

Este es un momento en el que el saber acumulado por la investigación académica en el campo interdisciplinario de las ciencias sociales, con todo y sus cualificadas contribuciones y aproximaciones críticas a la realidad colombiana (libros, seminarios, institutos, observatorios, oenegés), luce deficitario en el propósito de comunicar eficazmente e ilustrar a la sociedad acerca de las reglas que arbitran los mecanismos del proceso de diálogos en curso. Las acciones ciudadanas por la paz necesitan sustentos teóricos comprometidos con juicios para comprender la realidad.

Superar los efectos generados por las variables inherentes a la naturaleza del conflicto, con las cuales —al dialogar bajo el fuego— se sorprende la frágil opinión nacional y se estimula un imaginario negativo bajo la presión distorsionante de los retóricos de la intransigencia, pasa por la necesidad de ampliar el espectro de legitimación y confianza entre los colombianos mediante “gestos de paz” y una adecuada ilustración. De lo contrario queda el campo libre a la especulación política y mediática, no siempre sometida a la indispensable verificación empírica.

A propósito del clima de escepticismo creado por la “retención” del general Alzate, que condujo al presidente Santos a “suspender el proceso de diálogos” con la insurgencia, Vicen Fixas, el agudo analista de la Escuela de Cultura de Paz de Barcelona, recuerda que en las reglas establecidas para enmarcar las negociaciones Gobierno-FARC, fue incluido el siguiente punto: “La mesa (de negociación) es autónoma; nada de lo que ocurra en el exterior, incluidos los eventos de la guerra, afecta a las discusiones (…) Paralizar las negociaciones, por tanto, significa incumplir con este compromiso”. No procede, por tanto, lamentarse de las bajas o retenciones entre fuerzas militares cuando se ha rechazado la posibilidad de evitarlas desde el inicio.

Fuera de los nichos académicos y de gremios especializados poco saben los colombianos de los dictados del Derecho Internacional Humanitario, de los protocolos de Ginebra, de la justicia transicional, al tiempo que ignoran los apoyos que a la paz de nuestro país ha hecho la comunidad europea, mientras que los Estados Unidos han mantenido una línea de constante financiamiento de la guerra sin pausas y sin miramientos humanitarios en la línea de “guerra contra el terrorismo”.

LIBRO RECOMENDADO: El capital en el siglo XXI: del investigador francés Thomas Piketty, “uno de los cien pensadores globales más influyentes”, según la revista Foreign Policy. El lector encontrará en estas páginas un detallado análisis del ingreso y la riqueza en el mundo desde el siglo XXVIII hasta nuestros días. Según Piketty, “cada nación ha respondido de manera diferente a una ley básica del capitalismo, según la cual el rendimiento del capital suele ser superior, a veces por mucho, a la tasa de crecimiento de la economía, lo que puede estimular la concentración de la riqueza y agravar la inequidad”. FCE, 2014, 664 pp.​

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