Santos y el corozo

Mientras el presidente Santos acabó su periplo limosneando en algunos países del Viejo Continente, en Colombia las cosas se van deteriorando a pasos agigantados. Pero claro, por decir esto, inmediatamente lo acusan a uno de estar en contra del proceso de paz, como si lo uno excluyera lo otro.

Creo que no es posible alcanzar la paz en Colombia mientras no se haga con todos los grupos armados al margen de la ley, es decir, con las bacrim (conformadas por los paramilitares desmovilizados), los parapolíticos, los empresarios que en su momento se vieron obligados a acudir a los hermanos Castaño y a los Mancuso ante la ausencia del Estado, y todos aquellos que de una u otra forma han estado al margen de la ley.

No tiene ningún sentido que la paz sólo se haga con las Farc, en tanto su espacio ha sido paulatinamente tomado por las bandas criminales. Como no tiene sentido que llegáramos a ver a muchos empresarios y ganaderos presos, mientras los criminales de la guerrilla eventualmente podrían pasearse libremente como Pedro por su casa.

Tampoco podría haber paz mientras algunos militares que defendiendo a su patria incurrieron en violaciones a la ley y hoy se encuentran detenidos.

Santos habla de los sapos que nos tendríamos que tragar los colombianos de llegarse a un acuerdo en La Habana. Y parte de esos sapos son precisamente los de perdonar a todos los que han intervenido en una guerra que ha dejado, de lado y lado, miles de colombianos muertos.

Peligroso también resultaría que a esta altura se pudieran montar procesos penales en contra del expresidente Uribe por parte de la Corte Suprema de Justicia, pues eso acabaría de fracturar al país, que por cierto bien polarizado está. Si eventualmente la justicia se mete con Uribe, deben recordar que, independientemente de que a uno le guste o no, es hoy por hoy el político con mayor popularidad. ¿Quién podría explicar o tolerar que Romaña o Timochenko llegaren a andar libres mientras el senador Uribe esté detenido?

No existe la posibilidad de alcanzar la paz si de ella no forman parte todos los colombianos que han intervenido directa o indirectamente en el conflicto o han sido víctimas del mismo.

El presidente arrancó el proceso con las Farc sin saber realmente las consecuencias del mismo. Calculó que sería más rápido, corto y fácil. Y, por supuesto, se ha dado cuenta de que nunca se midió el corozo como lo hacen los micos antes de comérselo, pues saben que si la pepa es más grande que el ano, mueren atorados.

Ojalá Santos entienda que este corozo que le está haciendo tragar al país puede ocasionarles a los colombianos una oclusión intestinal, que en la práctica no es más que la destrucción de lo poco que todavía funciona.

Es la hora de que el presidente empiece a meditar detenidamente sobre esto, ya que tiene tiempo, pues más bien gobierna poco. De lo contrario acabará llevando a Colombia a un punto de no retorno con unas consecuencias sobre las cuales me da pánico especular.

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