El 2014, en cifras

Este fue un año sangriento que dejó entrever que la violencia ya no se origina en el conflicto armado, sino en el corazón de los colombianos.

En un país donde la amnesia y la indolencia son males colectivos, bien vale la pena repasar los principales hechos que sucedieron a lo largo del año. Las cifras que nos deja el 2014 (sin contar diciembre) sobre nuestro comportamiento son las siguientes. Según el Instituto de Medicina Legal, entre enero y noviembre 41 mujeres y 30 hombres fueron quemados con ácido. Se cometieron 10.113 homicidios, de los cuales, contra lo que se pensaría, el 55 por ciento sucedieron en las capitales y no en el monte. Cali fue la ciudad más violenta, con 1.426 homicidios, seguida por Bogotá, con 1.207, y Medellín, con 614 (en las tres se concentran el 33 por ciento de los homicidios del país). En las principales ciudades se denunciaron 10.374 delitos de violencia sexual y 41.331 casos de violencia intrafamiliar. En todo el territorio nacional, 41.331 mujeres fueron agredidas por un familiar y 835 menores de edad fueron asesinados (de ellos, 60 menores de 10 años). La tasa de homicidios va en 21,7 por cada 100.000 habitantes.

Para que se hagan una idea, en Estados Unidos, que tiene 6,5 veces la población de Colombia, el consolidado anual es cercano a los 14.000 homicidios (la tasa es de 4,7 por cada 100.000 habitantes). Sí, pero es que nosotros estamos en guerra, argumentarán. No, señores, no se dejen engañar por medio siglo de la misma historia. Del total de homicidios, en el 2014, solo el 1,8 por ciento fueron cometidos por grupos armados al margen de la ley, y el 0,6 por ciento, por bandas criminales organizadas. Esto quiere decir que de los poco más de 10.000 homicidios que se cometieron entre enero y noviembre del 2014 en el país, más de 9.600 fueron cometidos por fuera del conflicto armado por colombianos del común, de todos los estratos y clases sociales y de todos los niveles educativos.

Los números no mienten. No en vano el mundo entero afirma que Colombia es un país violento. No. No es jugando cuando dicen que tenemos sangre de asesinos. Y es mentira, una total y vil mentira, cuando decimos y justificamos ante el planeta que los altos índices de violencia del país se deben principalmente al conflicto armado. Ahora que el conflicto está llegando a su fin, podemos ver claramente cómo se desnuda y se muestra el alma de esa Colombia que está por fuera de la guerra.

Pero esas no fueron todas las cifras del año que vale la pena recordar. En el 2014, la justicia estuvo en paro el 20 por ciento del año, y el otro 80 por ciento estuvo embolatada, con un nivel de resolución inferior al mínimo. En noviembre, un cabildo indígena hizo aún más evidente lo anquilosado e ineficiente que es el sistema judicial, al juzgar en seis horas a un grupo de asesinos y demostrarnos que es posible aspirar a más.

La corrupción sigue siendo un problema, y nos ubicamos como el país 94 con mayores índices de corrupción, tanto en el sector público como en el privado, donde se destaparon ‘carteles’ de los pañales, del papel higiénico, de universidades y de medicamentos. Mientras tanto, el Presidente de la República sancionó 45 nuevas leyes y cerca de 2.800 decretos que, mientras no haya un organismo con pantalones que administre justicia, indefectiblemente entrarán a cumplir la misma función que cumple el papel higiénico, con su ‘cartel’, porque en el país no hay quien pueda hacer cumplir las normas.

Y seguimos. Colombia fue clasificada como uno de los diez países que más han contribuido al deterioro ambiental del planeta; 50.000 pesos se recolectaron por el desafío del ice bucket, realizado y visto por millones. El desempleo termina el año por debajo del 8 por ciento y somos el quinto país con mayor crecimiento económico, lo que es bueno. Los borrachos, muy educados, de estrato 4, 5 y 6 siguen matando gente mientras manejan. El país está dividido en dos. Bogotá sigue siendo un caos. El metro es impagable y estaría listo para dentro de cinco años. Medellín sigue mejorando a una velocidad incomparable y digna de imitar. Una senadora es puro odio. El fin del conflicto armado se acerca, así la cúpula negociadora de las Farc no tenga control sobre todos sus frentes y guerrilleros. Los más educados y los intelectuales siguen creyendo que tuiteando arreglan el país. Más de 74.000 casos de un chikunguña que decía estar controlado. La discriminación sigue llenando los titulares. El salario mínimo subirá 28.336 pesos. Llinás afirma que está muy cerca de curar el alzhéimer y cerca de 50 colombianos y un argentino sacaron la cara por todos nosotros, dejándonos en lo más alto de deportes tan diferentes como fútbol, arquería, ciclismo, patinaje y atletismo. Hoy, el número de colombianos llega casi a 48 millones y ya empezamos a decir que el 2014 fue un buen año y que el 2015 será mucho mejor.

Todos los muertos son buenos, pero los números no mienten. El 2014 fue un año sangriento que dejó entrever que la violencia ya no se origina en el conflicto armado, sino en el corazón de los colombianos, y que la principal causa de muchas de nuestras lamentables cifras encuentran su sustento en un muy débil e inservible sistema de justicia.

Siempre se puede aprender de los números. Para el 2015, mi único deseo es que tengamos un sistema judicial capaz de hacer cumplir la ley, uno que no sea una afrenta y una mofa a todos los colombianos y que ponga a los asesinos, los corruptos, los ladrones y a los que maltratan a la mujer (una muy lamentable y alta cifra) en donde les corresponde.

Por un 2015 verdaderamente en paz. Les deseo un feliz año.

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