Goliat abre su billetera

En uno de mis recuerdos más tempranos, estoy en un patio escolar ante una fogata. Los niños están gritando y revoloteando mientras que el maestro atiza el fuego, en el que una ridícula marioneta del Tío Sam está quemando. La imagen me vino a la mente el miércoles, mientras escuchaba los discursos de Raúl Castro y Barack Obama sobre el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

Generaciones de cubanos han crecido con la obstrucción de la propaganda oficial en contra de los Estados Unidos. A medida que las palabras dirigidas en contra de nuestros vecinos hacia el norte se hicieron más agresivas, nuestra curiosidad creció. Abrumados por la precariedad material, desilusionados porque las supuestas reformas de Raúl Castro no han logrado llenar ni sus billeteras ni sus platos, los cubanos ahora sueñan con el alivio que podría llegar desde el otro lado del estrecho de la Florida. Sin pelear, David, sonriente, camina hacia Goliat, quien está a punto de abrir su bolsa de monedas. El mito del enemigo llega a su fin; la difícil realidad de la coexistencia ha comenzado.

Sara es una maestra que conozco en una escuela primaria del municipio Plaza de la Revolución. Sin la ayuda que envía su hija cada mes no podría sobrevivir. “Ahora todo será más fácil, especialmente porque podremos usar tarjetas de crédito y débito americanas aquí y mi hija está pensando en enviarme una para que yo pueda recibir algo de ayuda”, dijo.

Sara tiene su salón de clase decorado con un afiche que incluye imágenes de los “Cinco Cubanos”, espías a quienes la propaganda oficial considera héroes. “Ellos ya volvieron, así que tendremos que cambiar la cartelera”, dijo con emoción.

Bonifacio Crespo ayuda a un hermano con la contaduría en su restaurante privado en La Habana. Ya tienen un nuevo plan de negocios. “Tenemos los contactos para empezar a importar materia prima, aliños y muchos otros productos, solo necesitamos que amplíen el envío de paquetes”.

José Daniel Ferrer, un disidente, dice que La Habana ha perdido su coartada para la represión política y el control económico, y la revista independiente Convivencia dio la bienvenida a la noticia, pero otros disidentes se preocupan porque el gobierno aún no ha especificado lo que hará.

La tensión entre los dos gobiernos duró tanto tiempo que ahora algunas personas no saben qué hacer con sus eslóganes, sus puños alzados contra el imperialismo y su enferma tendencia a justificarlo todo, desde sequías hasta represión, bajo el argumento de que están tan cerca del “país más poderoso del mundo”. Los que están peor son aquellos miembros más recalcitrantes del Partido Comunista, aquellos que prefieren morir antes de masticar un chicle, tomarse una Coca Cola o poner un pie en Disney World. El primer secretario de su organización los acaba de traicionar, hizo un pacto con el adversario, detrás de escena y por 18 largos meses.

El jueves el periódico del partido, Granma, se demoró en llegar a los puestos de venta. Algunas veces se retrasa cuando Fidel Castro publica uno de sus delirantes artículos. Durante esos largos minutos de espera, muchos especularon que Granma llegaría con alguna reflexión por parte del comandante, pero no había nada. No había evidencia que nos dejara saber si está a favor o en contra del riesgoso paso que acaba de dar su hermano. Muchos han interpretado este silencio como señal de su delicado estado de salud, pero al no decir nada, está confirmando su muerte política, que es aún más reveladora y simbólica de lo que sería su muerte física.

Los representantes de la sociedad civil no quieren que los Estados Unidos ofrezcan un “cheque en blanco” al régimen totalitario de más vieja data del hemisferio occidental si no se cumplen cuatro condiciones.

La primera es la liberación inmediata de los prisioneros políticos, hay más de 100, según calcula Elizardo Sánchez de la Comisión Cubana para los Derechos Humanos. En segundo lugar está la ratificación del pacto sobre derechos humanos de las Naciones Unidas. En tercer lugar está el desmantelamiento del sistema represivo: vergonzosos asaltos contra supuestos contrarrevolucionarios, detenciones arbitrarias, etc.

Finalmente, el gobierno cubano tiene que aceptar la existencia de estructuras cívicas que tienen derecho a expresar opiniones.

Una oportunidad ha sido ofrecida, a pesar de las válidas críticas de muchos quienes cuestionan si el Tío Sam ha concedido demasiado, mientras que su contraparte fue tan tacaño que ni ofreció gestos políticos significativos. La sociedad civil debe aprovecharse de esto, alzar su voz, poner a prueba los nuevos límites de represión y censura.

Todos están viviendo el cambio a su propia manera. Para todos, una nueva era ha comenzado. No podemos confirmar que será mejor, pero al menos será diferente.

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