¿Podemos?

Como se dijo en el siglo XIX del comunismo, “un espectro recorre Europa”.

Sus detractores lo llaman ‘populismo’, y una visión más centrada habla de ‘protesta contra la crisis’ o de ‘una nueva izquierda’. En España ese ‘fantasma’ se encarna en la formación política ‘Podemos’.

Su primer gran éxito se produjo en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo, con la obtención de siete escaños en Estrasburgo. Pero las encuestas coinciden en ponerlo hoy a la altura de los dos grandes partidos españoles, PP y PSOE, ante las municipales de 2015 y sobre todo de las nacionales de octubre de ese año. Pero ‘Podemos’, ¿puede?

Su escalada comienza con un excelente márketing, cuya masa de maniobra se nutre del descontento de una gran parte de la opinión por la crisis, la aparente inoperancia de la derecha en el poder y de los ímprobos esfuerzos del socialismo por presentarse como camino de la renovación.

El márketing comienza en las llamadas tertulias de televisión en las que luce sobremanera su líder, Pablo Iglesias, sereno, reflexivo, académico, pero sin llegar a la erudición cargante, e impasible ante los ataques en ocasiones con ribetes de histeria de sus contradictores. Y, también, en una gran ‘trouvaille’ lingüística: la ‘casta’, que es como apostrofa a la clase política española.

El público está convencido de que la ‘casta’ existe —como en Colombia—, una aglomeración de profesionales de la política, endógena, autorreproducida, que es como una gran madeja corporativa, que tiene hoy, sin embargo, a un número considerable de sus miembros en la cárcel, imputados, pendientes de juicio o acusados de las más variadas formas de estafar la plata a los contribuyentes. España se está juzgando a sí misma, y el veredicto es de culpabilidad, con pocos o ningún atenuante.

La primera línea de ‘Podemos’, Iglesias, Monedero y Errejón, procede del comunismo clásico, siquiera modernizado por el desastre de la URSS, de quienes militaron o estuvieron próximos a Izquierda Unida, la coalición inventada por el PCE para despojarse de la mácula soviética. Pero de donde más vienen es de la universidad; son unos académicos, de indiscutible vitola radical, a los que la España contemporánea les parece un asco; la transición democrática, agotada ya; y el país necesitado, al amparo de la pavorosa crisis económica, de un reestreno nacional; el conflicto de Cataluña es la muestra de que la idea castellana de España no puede albergar ya a los diferentes pueblos o naciones que la habitan. Si a fin del XIX hubo un desastre llamado ‘el 98’ —la pérdida de Cuba y Filipinas— hay quien piensa que esto es un ‘99’.

El partido pretende, razonablemente, alcanzar el poder para hacer ese barrido del que hablaba en otras vicisitudes Ignacio, el de Loyola, y eso sólo se consigue moderando el discurso. Y así es como comienza la excursión de ‘Podemos’ al centro socialdemócrata del tablero político.

El programa del partido es una combinación heterogénea de promesas de que meterán mano a una economía dominada por unos pocos, con especial mención de la banca, junto a declaraciones de impecable ideal democrático.

Sus detractores hablan de “lobo con piel de cordero”. Y entre los vestigios del pasado del que deben librarse no es el menor su relación económicamente beneficiosa y adoratriz con el chavismo. Recibieron sus dirigentes cuantiosas sumas del gran patriarca bolivariano, ya fallecido, Hugo Chávez Frías, lo que, en sí mismo, no tendría que ser mortal de necesidad, puesto que el PSOE de Felipe González —recién auspiciado a la nacionalidad colombiana— recibió financiación de instituciones de la socialdemocracia alemana y nadie se inquietaba por eso, sino porque el afecto del chavismo por lo que España significa en el mundo no llega ni a escaso, y porque sus maneras contra la libertad de expresión no las quiere nadie en Europa.

¿Cuál puede ser el futuro de ‘Podemos’? Su enemigo es el bipartidismo y su aliado natural IU, en cuyo seno hay una línea que encabeza su próximo y casi seguro líder, Alberto Garzón, favorable a una gran coalición electoral de izquierda, lo que sólo tiene sentido con el partido de Pablo Iglesias. Pero ‘Podemos’ seguro que preferiría una absorción, o fusión en la que llevara la voz cantante, a una coalición, siquiera fuese coyuntural.

¿Será ‘Podemos’ devorado por el sistema? ¿Van a convertirse sus activistas en una nueva casta? El partido no es, en cualquier caso, la versión española de un populismo antieuropeo e hipernacionalista, sino todo lo contrario. Parece incluso que se amoldarían sin especiales retortijones a una España desvestida de Cataluña; o sea a la desaparición de España. Si no lo arreglan, ese puede ser el mayor obstáculo en su carrera, hoy por hoy exitosa, hacia el poder.

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