¿Reviviendo la esperanza?

Dice el Presidente que este año que concluye será recordado porque revivió la esperanza. Mirando esta frase sola y sin más arandelas, estoy de acuerdo con ella ya que en esas fraudulentas elecciones, el tamaño del atraco no alcanzó para acabar con la esperanza de conseguir un país mejor.

En las legislativas, a pesar de las triquiñuelas originadas desde el ejecutivo, la fiscalía y el “conejo nacional electoral”, elegimos un congreso con 20 Senadores y 19 Representantes que efectúan una oposición fructífera que le han mostrado al país cómo deben trabajar, esos personajes que el pueblo encumbra hasta esas dignidades, que vienen de capa caída con el comportamiento de los amantes de la mermelada. Y en las presidenciales, las componendas fueron gigantescas para conseguir que este proceso de engaño y entrega del país a los narcoterroristas continuase. En ambos episodios la mermelada y la repartija descarada de los recursos públicos, fue el mayor protagonista y fue, además, una muestra inobjetable del grado de corrupción que se entronizó en Colombia con la llegada de esa estirpe de lobistas al gobierno central.

Es tal la ventaja que llevan los senadores del Centro Democrático que hasta sus contradictores coincidieron en elegir a Uribe como el Mejor del 2014. Cómo les dolerá eso a los mamertos que tienen retortijones en el estómago cada que escuchan la palabra Uribe.

Colombia empezó a recuperar la esperanza en mayo del 2002 cuando elegimos al mejor presidente que ha tenido en los últimos setenta años. Si, desde ese momento empezamos a levantar la cabeza y en muy poco tiempo retomamos nuestro orgullo y sin tapujos, con mucha alegría, manifestábamos nuestra nacionalidad. En muchas ocasiones me encontré con compatriotas que casi gritaban su origen debido al respeto que consiguió ese gobierno con sus actuaciones, que quieran o no sus contradictores, eran reconocidas y alabadas por tirios y troyanos.

Veníamos de un proceso fallido en donde le entregaron, a los que ahora están en La Habana, una gran porción del territorio colombiano para que allí sentaran sus reales y se comportasen acorde con las circunstancias. El fiasco fue mayúsculo y el gobierno de turno abortó esa iniciativa que había empezado mal. Por lo menos tuvo el valor de reconocer su equivocación y acabó con esa charada en la que habían convertido las Farc esos inicios de un proceso de negociaciones para encontrar un ambiente de convivencia pacífica entre todos los colombianos.

La esperanza la volvimos a perder en los albores del primer mandato de este señor, cuando declaró a Chávez como su nuevo mejor amigo y emprendió esa aventura en busca de un Nobel que le será negado. Esa dicha no la conocerá y se quedará como el amante solitario que simplemente, piensa en lo que pudo suceder si ella le hubiese aceptado sus coqueteos.

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