¿Tdos queremos la paz? ¿A qué precio?

Difícil saber hasta dónde va a conducir la soberbia de unos y el orgullo de otros, la vanidad de algunos y la entrega sin reato de los arrodillados, que comprometidos por una mermelada que hostiga, van a llevar el país por el camino de la amargura, donde la democracia se va debilitando, al hacer el cuarto a unos terroristas que han demostrado que tienen al Gobierno apretado, no guardando las proporciones.

¿Será posible que por llevarse un punto y por el desespero de firmar a cualquier precio los acuerdos de La Habana, tengamos que pisotear nuestra Constitución vigente, estropear la justicia, debilitar la institucionalidad para que reine la impunidad, valiéndose de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que enceguecidos buscan aceptar cambios jurídicos con tal de coronar en La Habana acuerdos nocivos para el país?

La paz la queremos todos los colombianos, esto no tiene controversia, lo que ocurre es que muchos la quieren y prefieren la estabilidad, exigiendo justicia, verdad y reparación de aquellos que se han beneficiado de un negocio encubierto con terrorismo, extorsión, secuestro y vidas humanas, que tanto le han costado al país y a las familias que han sufrido estos flagelos, de los cuales no sería justo olvidarlos de un plumazo, observando el afán de terminar los acuerdos a como dé lugar.

Decían los viejos “paso que dure y no que madure”, en esto hay que tener paciencia, pero todo debe tener un término, ante todo, con las condiciones mínimas en cuanto a justicia, verdad y reparación. Actuar y aceptar de otra manera, habría que entrar a calificar casos hoy en procesos por narcotráfico, cultivos ilícitos, enriquecimiento, extradiciones, etc., que serían difíciles de manejar.

Así las cosas, la lluvia de demandas, la imagen internacional, la credibilidad a la institucionalidad y a la justicia, serían difíciles de cuantificar. La verdad es que como están las cosas, el país está metido en un callejón sin salida o en un berenjenal, que solo poniendo condiciones y ejerciendo la gobernabilidad, Colombia podrá ver la luz al otro lado del túnel; los señores negociadores de La Habana no se pueden aprovechar de la bondad manifiesta del Gobierno, por sacar esto de los acuerdos de paz, así no más.

Las aves de mal agüero no pueden seguir atizando la hoguera, con el cuento de calificar a un número importantísimo de colombianos como enemigos de la paz… no, repito… la paz la queremos todos y es para todos, lo que ocurre es que es más estable y le trae más beneficios al país lograrla con condiciones y que el Estado demuestre que estamos en una sola patria colombiana, sin presiones a un gobierno y respetando la institucionalidad, la justicia y la democracia.

Aprovechemos esta época de fin y comienzo de año, de recogimiento familiar, para pedirle a Dios que ilumine al Gobierno, para que todo sea lo mejor para Colombia y los que en ella habitamos, luego de haber sufrido por tantos años las inclemencias de un trato subversivo y terrorista que el país no se merece. La esperanza es lo último que se pierde.

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