Engramas

Tonegawa, Ryan y Pignatelli son neurocientíficos. Trabajan en el Instituto Picower, del MIT. Y han logrado establecer que es posible alterar el contenido de los recuerdos en el cerebro. De hecho, ellos han recopilado evidencia esencial para localizar los engramas, es decir, las redes de neuronas en las que se almacenan los recuerdos que quedan de cada experiencia que vivimos y memorizamos.

En ciencia política sucede algo parecido. Los colectivos sociales almacenan los episodios traumáticos asociados con la violencia terrorista y, de acuerdo con los medios informativos, la comunidad, el aparato educativo y la familia, crean unos bancos de datos, una memoria histórica.

Los miembros del equipo del Picower han llegado incluso a lanzar una pregunta bien inquietante: ¿Es posible que lleguemos a elaborar de modo artificial recuerdos falsos de sucesos desagradables? En otras palabras, ¿es posible que mediante un largo ejercicio de manipulación que ya cumple más de dos años, se busque distorsionar la memoria histórica para que los ciudadanos terminen pensando que la conducta de las Farc-Eln en las últimas cinco décadas, o sea, el terrorismo, el narcotráfico, el secuestro, la extorsión, el desplazamiento o la intimidación eran parte de una lucha legítima para mejorar la democracia?

Lo cierto es que el grupo dirigido por Tonegawa parece darle la razón a Elizabeth Loftus, Profesora Distinguida de la Universidad de California, que desde hace más de veinte años viene impulsando la teoría de la falsa memoria, o síndrome del falso recuerdo. De hecho, el objeto de estudio en su laboratorio de la memoria es, precisamente, establecer “cómo la gente llega a creer y recordar cosas que nunca les han pasado, o cómo es que creen que las cosas sucedieron de un modo distinto a lo que realmente sucedió”.

Puesto en otros términos, ¿es posible que las Farc lleguen a lograr que los ciudadanos crean que ellas jamás cometieron crímenes atroces, que no tienen responsabilidad histórica frente al terrorismo, que no es necesario reparar materialmente a las víctimas, que cualquier modalidad irrisoria de justicia es válida, que deben ser los legítimos voceros en el Congreso o en una Constituyente, y que conservar las armas obedece a la necesidad de defender los logros revolucionarios alcanzados en una mesa de negociación cuyos acuerdos podrían ser refrendados mediante una encuesta de opinión o una simple papeleta?

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