La lucha de Venezuela

Así como la llamada revolución Bolivariana aprovechó durante varios años la ola de los altos precios del petróleo para aferrarse al poder, ahora está al borde del colapso a raíz de la baja cotización del crudo (muchas veces los gobiernos suben o caen no sólo por sus méritos y yerros, sino por circunstancias económicas externas).

El sufrimiento de los venezolanos es evidente. No sólo está retratado en los escasos índices e informes oficiales que logran pasar la censura. Lo reportan alarmados los periodistas de todo el mundo que nos cuentan, por ejemplo, que la gente desesperada asalta en las calles los camiones con leche o pañales, porque sabe que si llegan a los supermercados, las escasas mercancías apenas alcanzarán para los primeros de las filas interminables. Las notas de televisión muestran que muchos pacientes mueren en los hospitales por falta de medicinas y otros elementos esenciales.

A medida que se acentúa la crisis, en lugar de rectificar, el gobierno bolivariano eleva el tono de su retórica. Acusa, insulta, amenaza. Señala que el caos es obra de saboteadores, enemigos de su revolución.

No hay duda de que la crisis de Venezuela, por muchos años su soporte económico, fue una de las razones de Raúl Castro para emprender el histórico deshielo con Estados Unidos. No podía amarrarse a un cadáver. La decisión de Cuba, en un mundo sin Saddam Hussein ni Muamar Gadafi, ha aumentado la soledad de Nicolás Maduro.

Y Maduro, en lugar de emprender las rectificaciones elementales, tomó el avión y comenzó una angustiosa e interminable gira pidiendo auxilio. De los chinos, al parecer, no sacó sino vagas promesas. De los demás, fotos y palmadas, pero nada sustantivo.

Mientras tanto, la oposición, como es natural, volvió a llamar a la movilización popular. Capriles, por un lado, y Leopoldo López (desde la cárcel), María Corina Machado (todavía libre) y Antonio Ledezma han convocado a las protestas masivas en las calles y plazas. Comienza así otro episodio de la dura lucha venezolana por la libertad y la democracia. El éxito no está asegurado y los riesgos son enormes (las manifestaciones de 2014 dejaron muertos, heridos y presos).

Hay rumores de que, antes de permitir que la oposición capitalice el descontento y tome el liderazgo, se podría producir un golpe contra Maduro en el interior de la misma revolución chavista, una situación de consecuencias impredecibles.

Lo único cierto es que la crisis venezolana se ha agudizado y se acercan momentos decisivos en la vida política de nuestros vecinos.

Desde el punto de vista de un frío pragmatismo político es comprensible que Colombia, un país que tradicionalmente ha defendido la libertad y el Estado de derecho, tenga ahora las manos atadas y la voz callada a raíz del apoyo bolivariano al proceso de paz en La Habana. Algunos observadores han señalado que, por este motivo, el gobierno de Caracas podría tener la motivación de tratar, de alguna manera, de influir para que se dilaten las conversaciones. Por fortuna, las Farc podrían tener los incentivos contrarios: a este grupo armado le conviene terminar rápido el proceso mientras todavía goza de la protección y el abrigo bolivariano. Si cae Maduro, corren el riesgo de entenderse con un gobierno que podría obligarlos a irse a casa.

¿Cuándo se traducirán al español las novelas napolitanas de Elena Ferrante?

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