Matar al bufón, lo brutal de la barbarie

Charlie Hebdo es el símbolo de un tipo de periodismo retador, insolente, mortificante, pero que tiene que soportarse en nombre de la libertad, incluso de un concepto desmadrado de libertad, no como la facultad de hacer lo que debe hacerse, sino, al contrario, de lo que no debe hacerse. Nada puede justificar el asesinato perpetrado en París por unos bárbaros brutales. Más todavía: Ese periodismo del semanario humorístico y crítico, provocador y desafiante, es una representación de la figura histórica del bufón, individuo de origen griego y romano, tolerado en las cortes medievales por sus payasadas, sus chistes y burlas, incluso al soberano, porque su función primordial consiste en decir en público lo que muchísimos súbditos solo se atreven a hablar en privado.

El bufón ha sido personaje en las artes y las letras. El Falstaff de Shakespeare y de la comedia lírica de Verdi, los bufones como Calabacillas y Nicolasito Pertusato retratados por Velázquez, el famoso Triboulet de Víctor Hugo en El rey se divierte. ¡Si cuentan que hasta Atila, el más bárbaro de los bárbaros, andaba con su bufón Zerco! Pero ahí está el punto crítico de ruptura entre civilización y barbarie: Cuando el bárbaro además es cretino, no puede aguantar las bufonadas y busca al bufón hasta matarlo, como ha sucedido en el espantoso acontecimiento de Francia, cuna de la libertad y albergue paradojal, en nombre de la tolerancia, de ángeles de la muerte resueltos a exterminar en defensa de su presunto credo religioso.

No comparto la idea ni la práctica del irrespeto a ninguna religión. El irrespeto es el último grito de la moda. Ahí comienza el debilitamiento de la integridad de cualquier sociedad. Pero menos puedo admitir que al irrespetuoso se le aniquile. Hay que tolerarlo. Hay que dejar que discurra esa forma no deseable pero real de periodismo. Allá los bufones, si abusan de la libertad, pero para que puedan ser responsables de abusar hay que dejar que actúen, sin censura previa. Más vale una prensa desbocada que una prensa censurada, se ha dicho, así no se ajuste al modelo ético civilizado. Las normas de ética de la profesión periodística establecen el deber de no discriminar, de respetar las creencias religiosas. Cito como ejemplo el Código Deontológico de Estrasburgo, aprobado por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, desde 1993. En el caso de Charlie Hebdo la regla ética solo ha tenido eficacia simbólica. Pero no por esto, no por el hecho de que se irrespete y se vulnere el sentimiento religioso de alguien, por más fanáticos y extremistas que pueda haber en esa religión, pueden ser legítimas la eliminación del violador, ni la mordaza. Matar al bufón evidencia la extrema brutalidad de la barbarie.

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