Nuevo año. Predicciones

En Delfos fue famoso el Oráculo de Apolo Pitias, el templo principal de la ciudad. La Sibila o Pitonisa se sentaba en un sitio donde ciertas emanaciones le facilitaban hacer predicciones a las personas que allí acudían.

Modernamente tenemos brujas, astrólogos, horóscopos, adivinos y demás que nos predicen el futuro. Yo, de mi parte, no creo en brujas, aparte de mi esposa que me “embrujó” desde el primer día que la vi.

Doris Day hizo famosa en 1956 una canción en la que, a la pregunta “¿Qué será, será?” (sic, en español), se responde “the future’s not ours, to see” (no podemos ver el futuro).

En el Año Nuevo somos dados a hacer predicciones. En los medios aparecen brujos y pitonisas y los columnistas hacen lo propio. Este año, por primera vez en las varias décadas que llevo escribiendo esta columna, voy a aventurarme a hacer algunas.

La nueva guerra fría está apenas comenzando. Ante las acciones rusas en Ucrania los europeos, amarrados al gas ruso, han hecho alharaca pero nada más. Y Obama se ha quedado pasmado. Putin está animado. Sus nuevas fechorías están sujetas al precio del petróleo.

El Estado Islámico, que tiene enemigos entre lo árabes, va a tener dificultades. Pero, como grupo terrorista y clandestino, probablemente va a lograr algunas conquistas.

Venezuela está al borde del abismo. El precio del petróleo, hoy por debajo de USD 50, la afecta más que cualquier Estado del mundo. Pero, como ya lo demostró en la crisis de febrero, tiene el poder para mantener presos políticos de la categoría de Leopoldo López sin que Latinoamérica diga ni pío. Esos gobiernos no se caen. No sabemos si los acuerdos de Obama con Raúl Castro incluyen que los Estados Unidos pasen agachados respecto de Venezuela, aunque sí sabemos que Castro está tan dócil por cuenta de la  crisis venezolana. Ciertamente, las viudas de Chávez como ALBA, Cristinita Kirchner, Dilma Rousseff y el nuevo mejor amigo de Maduro, no deben estar contentas con la situación. Se va a crear la Corte Penal Latinoamericana que aplicará justicia política, como la de nuestros países.

A Colombia también la afecta gravemente la caída del petróleo, porque los dividendos de Ecopetrol -que corresponden al 80% de las utilidades, la proporción más alta entre las compañías petroleras en el mundo- y las regalías que alimentan la mermelada se vendrán al suelo y con ellos el presupuesto. Los 450.000 accionistas de la compañía, que incluyen los fondos de pensiones y cesantías con un poco más de 10 millones de afiliados, querrán responsabilizar al Gobierno.

Los acuerdos de La Habana se firmarán en los términos de las Farc y se pasarán con cualquier procedimiento por el Congreso, aunque sean una engañifa.

Finalmente, no debemos esperar una sentencia de la Corte Internacional sobre las nuevas demandas de Nicaragua sobre San Andrés, a menos que aquélla decida aceptar las excepciones preliminares de Colombia. Pero como no sabemos qué se ha pedido, es difícil hacer pronósticos y la bola de cristal no sirve de nada.

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