Occidente retoma el mando

Nunca llueve a gusto de todos. Mientras la inmensa mayoría del mundo celebra alborozado la caída de los precios del petróleo, los países productores que han desaprovechado un decenio con el barril de crudo disparado están a un paso del manicomio. Más cerca cuanto más han dilapidado el inmenso caudal atesorado desde el inicio del siglo, cuando se pasó de los 18 dólares por barril de 1999 a 38 en 2004 y a 97 en 2008, con picos de más de 140 dólares. Todos aquellos que se pavoneaban hasta ayer de su fortuna (Rusia y Venezuela, especialmente, pero también grandes productores en potencia, como Argentina) están en la cuerda floja o con la amenaza de afrontar severos recortes para los que no estaban preparados.

El final de la tercera crisis del petróleo es una realidad desde que Arabia Saudí, que controla un tercio de la producción mundial, anunciase que no piensa cerrar el grifo para inflar los precios y que el crudo no volverá a pasar de los 100 dólares. Los saudíes, a quienes les cuesta no más de cinco dólares producir un barril y que cuentan con reservas financieras para hartarse tras un decenio llenándose los bolsillos, saben perfectamente cuál es su enemigo: el fracking. Con las técnicas de fractura hidráulica casi cualquiera puede extraer petróleo. Estados Unidos ya es exportador neto de gas y tiene garantizada su independencia energética, y Europa está potenciando el fracking para dar el salto en los próximos años. Después les seguirá China. ¿Cómo pueden los saudíes frenar que el negocio se les vaya de las manos? La respuesta la tienen todos ustedes ante sí en los surtidores de las gasolineras. Hundiendo el barril hasta lograr que el fracking deje de ser rentable. Los analistas prevén un precio estable en los 50 dólares durante este año que arranca, pero advierten de que podría caer hasta los 40 dólares con un suelo de 20 dólares el barril.

Las implicaciones son mayúsculas. Para empezar, la recuperación de las economías dependientes de la importación de hidrocarburos será mucho más rápida. Normal que EE. UU. y Europa estén de fiesta. Gran parte de la crisis que han atravesado, descontada la tormenta financiera, la tienen los altos precios de la energía. El abaratamiento del petróleo aportará ocho décimas de crecimiento extra a la economía mundial en 2015. Por poner un ejemplo, España ahorrará 10.000 millones.

España, que se come prácticamente lo que ingresa en turismo en importar hidrocarburos, gasta más de 150 millones de euros al día en gas y petróleo. Pero el fracking podría darle la vuelta a todo en un decenio. Según los informes, España dispone en un escenario intermedio de 2.000 millones de barriles equivalentes de petróleo (Mbep y 2.500 billones de metros cúbicos de gas (bcm). Esto supondría, en el caso del gas natural, un nivel de recursos superior a 70 veces la demanda anual. En 2040, el año de mayor producción estimada mediante fracturación hidráulica, el impacto sobre el PIB de los recursos propios de hidrocarburos equivaldría al 4,3 % (44.403 millones de euros). Si se explotaran estos recursos de forma masiva cuanto antes y hasta el año 2065, cuando se estima que podrían agotarse, el importe de estas extracciones superaría el billón de euros, algo menos que el PIB actual de todo un año. Durante más de 20 años, España dispondría de un saldo neto exportador de gas y reduciría la importación de crudo un 20 %.

El proceso sería similar en otros países dependientes. Arabia Saudí tendría que cerrar el chiringuito y dedicarse a barrer la arena del desierto. Por eso, los precios del crudo se mantendrán bajos. Por eso, las economías europeas, con dinero extra proveniente del ahorro energético, volverán a crecer (España ya lo está haciendo) gracias a un mayor gasto en infraestructuras y obras públicas, paralizado por la recesión. Por eso, Cuba ha negociado el fin del embargo con EE. UU. al no contar ya con el respaldo financiero de Venezuela y Rusia afloja en Ucrania. El siguiente será Irán. La economía y la política global van a cambiar. Nadie va a poder chantajear más con la amenaza de un petróleo a 100 dólares. EE. UU. y Europa retoman el mando. Y China, encantada.

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