Orígenes de la crisis del Estado

Desde los tiempos de fundación de la República viene la crisis del Estado en Colombia, en cuanto se rompió con la tradición cultural de siglos con España, a diferencia de las trece colonias que conformaron los Estados Unidos, las cuales nunca rompieron con su tradición cultural anglosajona y, todo lo contrario, fortalecieron los lazos diplomáticos y de diversa índole, conformando una entente poderosa mundial que aún prevalece.

Pese a la guerra a muerte que decreta el Libertador para combatir las hordas del sanguinario Boves, que lo expulsan a tiros de Venezuela, más adelante, con el concurso del entonces general Sucre, se acuerda con el general Morillo firmar los protocolos para regularizar la contienda. Política de distensión que el Vicepresidente descalabra, cuando toma la terrible decisión de eliminar al joven general Barreiro, preso en la Batalla de Boyacá, al que el Libertador, con otros soldados realistas, se proponía canjear por prisioneros republicanos.

Ese ominoso incidente del fusilamiento de los cautivos de Boyacá abre un abismo en las relaciones bilaterales con España, que no se alcanza a superar ni con la generosa capitulación que les otorga a los realistas el mariscal Sucre en Ayacucho, quien le salvó la vida al virrey y general La Serna, así como a sus oficiales y soldados.

La ruptura política y cultural precipita la desmembración del Imperio español, cuyos herederos desaprovechan el pasado comunal de 300 años de historia.

El Libertador tomó algunas medidas para que subsistieran instituciones fundamentales como el resguardo indígena. Mas sus sucesores confunden independencia política con ruptura cultural. A la manera del simio, se pretende empezar invariablemente de nuevo y se rechazan las enseñanzas del pasado, esenciales para el desarrollo civilizado del homo sapiens. Santander, a su turno, considera que se debe proseguir con la copia al calco de modelos foráneos, como la introducción de los textos de Jeremías Bentham, apologéticos del utilitarismo, sin importar que contradigan nuestra idiosincrasia o los postulados culturales propios de un país de mayoría católica. Por desgracia, con excepción de El Libertador y Rafael Núñez, esa tendencia sigue hasta nuestros días e influye de manera dramática en la crisis del Estado.

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