Paz y elecciones

Que no quepa duda: la paz, entendida como la negociación con las Farc en La Habana, será la bandera de las elecciones regionales. Por lo menos, así lo están dando a entender quienes dicen que el acuerdo es un hecho.

El asunto es que el Gobierno ya mostró sus cartas al sancionar el Acto Legislativo que permite la coincidencia de un referendo con cualquier elección. Quiere ello decir que empieza a correr el tiempo para lograr la aprobación del Congreso al posible referendo mediante el cual se preguntará a los colombianos si aprueban el acuerdo final con la guerrilla más antigua del planeta tierra.

Obvio, antes deberá firmarse el acuerdo con las Farc. Es decir, sus cabecillas tienen la sartén por el mango. Eso es consecuencia de la impaciencia que muestran los voceros del Gobierno por cerrar la negociación antes de junio. Claro, a no ser que ya esté cocinado todo, como dan a entender la ofensiva mediática para ambientar lo que llaman el “desescalamiento” (?) del conflicto y el cese bilateral de fuegos.

Pero eso es otro tema. Lo que ya está claro es el interés por convertir la elección de alcaldes, gobernadores, concejales y diputados, en un plebiscito por lo que consideran la paz de Colombia, el acuerdo con las Farc. Y por obligar a los candidatos de la montonera que conforma la Unidad Nacional a que sigan la línea que trazan desde Bogotá los altos heliotropos del poder. Con lo cual, piensan ellos, podrán repetir el triunfo del presidente Juan Manuel Santos el pasado junio.

En plata blanca, lo que se pretende es aprovechar que la abstención no supera el 49%, para evitar la muerte del referendo. Pero, ¿será posible ese triunfo? ¿Será que las elecciones donde se disputa el poder regional, donde se definen las administraciones municipales y departamentales, cambiarán su esencia? Difícil afirmarlo, porque esas elecciones son las más clientelistas.

¿Podrá el Gobierno lograr eso objetivo con una feroz campaña publicitaria como la que hizo posible la reelección? Si así fuera, equivaldría a juntar elecciones regionales con nacionales, como andan empeñados los círculos centralistas. Eso es pasar por encima de la “centralización política y descentralización administrativa” que ha inspirado el Derecho Constitucional en Colombia.

La orden presidencial es que los ministros se desplacen a la provincia como apóstoles que proclaman el evangelio nuevo, el acuerdo con las Farc. Sin embargo, es difícil que un aspirante a los cargos regionales y locales cambie el cuidado de sus voticos por promover el voto favorable al referendo. A no ser que le den buenos ‘incentivos’. Más cuando es en las regiones donde se siente la influencia del expresidente Álvaro Uribe quien, dicho sea de paso, también está empeñado en hacer de esas elecciones el momento para derrotar al Gobierno y preparar la campaña del 2017.

Así, y como ha ocurrido en los últimos cincuenta años, las Farc vuelven a participar en la vida electoral aunque sólo tengan la aprobación del 1% de la opinión pública. Primero, porque de ellas depende que haya referendo. Y segundo, porque serán el eje de la confrontación entre el presidente Santos y el expresidente Uribe. En esas condiciones, preparémonos para ver una inundación de propaganda adicional a la insufrible cantidad de aspirantes a las alcaldías, a las gobernaciones, a los concejos y a las asambleas. ¡Dios tenga misericordia de nosotros!

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