Psicología petrolera

La negación es una actitud que en psicología es estudiada por los expertos, dado que constituye un mecanismo de defensa para enfrentar adversidades. La actitud del individuo consiste en negar categóricamente la existencia de problemas o minimizar exageradamente su relevancia, tendiendo muchas veces a acudir a respuestas agresivas y arrogantes.

Este fenómeno de la negación psicológica es aplicable a la actitud que muchos países están viviendo frente a la caída en los precios del petróleo. Mientras unos países con alta dependencia fiscal en la renta petrolera han optado por recortes de gasto público, ganar mayor eficiencia y mantener estímulos para que –a pesar de los precios– se mantenga la exploración y la producción, adecuándose a una nueva realidad, otros, con alta dependencia, quieren tapar el sol con las manos anunciando que están blindados y que la dependencia no es tan grande.

Tristemente, pareciera que Colombia está en el segundo grupo, pues, a pesar de su petróleo-dependencia, se da el lujo de aprobar una reforma tributaria que afectará peligrosamente al sector. Cumpliendo con los síntomas de la negación, algunos funcionarios del Gobierno salen a las redes sociales a cuestionar las cifras de dependencia manejadas públicamente por el ramo petrolero.

¿Pero es en realidad Colombia dependiente de la renta petrolera? Las cifras los dicen todo. Para empezar, el sector representa más del 30 por ciento de la inversión extranjera directa y cerca del 60 por ciento de las exportaciones. En otro frente, los dividendos de Ecopetrol que recibe la nación representan más del 70 por ciento de los recursos de capital del Gobierno Nacional Central, el impuesto de renta que paga el sector equivale a más del 25 por ciento del recaudo total por dicho gravamen y solo el pago de impuesto de renta del ramo puede representar un poco más del 12 por ciento de los ingresos tributarios nacionales. Esto, sin contar las regalías que el sector genera para los entes territoriales y que el Gobierno caracterizó como la mermelada que se esparce por la gran tostada geográfica.

La dependencia la acentúa que durante los últimos cuatro años el gasto público fue expandido sin afectar las metas fiscales gracias a la bonanza de llegar a producir cerca de un millón de barriles diarios con precios altos del crudo. Lo grave también de la dependencia es que el país solo tiene reservas para siete años, las expectativas de producción son menores y el gasto público fue proyectado con escenarios de precios y producción que se han desvanecido.
Lo contrario a la negación es afrontar el problema. El Gobierno debe reconocer que un gasto público soportado en la renta petrolera es muy peligroso y que sustituirla con impuestos puede ahogar el aparato productivo.
Necesitamos un verdadero plan de choque para afrontar esta realidad. Seguir negando el problema solo demuestra nerviosismo y los mercados lo están sintiendo. Para empezar, el Gobierno requiere un plan de austeridad creíble, pues, como diría Solón, “la austeridad es una de las grandes virtudes de un pueblo inteligente”.

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