Todos somos Charlie

El pueblo francés está diciéndole al mundo que ante los ataques terroristas hay que unirse y movilizarse en defensa de los valores de la civilización. Que el miedo y la capitulación deben ser rechazados. Tras el sangriento atentado de ayer en París la respuesta de los franceses ha sido admirable: centenas de miles de personas de todos los sectores se han reunido espontáneamente en las plazas públicas de muchas ciudades para expresar su dolor y su solidaridad con Charlie Hebdo y para decir que los extremistas no pasarán, que los valores democráticos que los bárbaros quieren abolir con su violencia seguirán en pié y serán defendidos como se debe.

Esas manifestaciones nos dicen que las muertes de los nueve periodistas y un empleado de la revista satírica y de los dos policías que los protegían, no serán en vano y que las libertades que todos ellos, periodistas y policías, defendían y simbolizaban, prevalecerán y serán cada vez más expandidas en el mundo entero.

El sábado que viene, la unidad que exhiben los franceses será ratificada pues ese día millones de personas se congregarán en París y en otras ciudades. El gobierno de François Hollande ha decretado una jornada de duelo nacional y el partido de gobierno, socialista, ha invitado a las otras formaciones políticas, de izquierda y de derecha, a participar en esa manifestación. Los líderes de esas organizaciones, como la UMP, que preside el ex presidente Nicolas Sarkozy, han dicho sí. Nadie quiere que las diferencias y roces habituales entre el gobierno y la oposición rompan el espíritu que existe hoy de combate unitario contra la barbarie antioccidental.

“La Francia es una nación que está de pié”, declaró Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional y dirigente socialista. Por su parte, Gérard Larcher, dirigente de la UMP y presidente del Senado, dijo que respalda “todas las acciones que emprenda el gobierno para luchar contra el terrorismo y para apoyar las acciones de las fuerzas de seguridad”.

Los representantes de las religiones de Francia (católica, judía, griega ortodoxa, musulmana y budista) fueron recibidos ayer por Hollande en el palacio presidencial y todos expresaron su indignación frente a lo ocurrido en la sede de Charlie Hebdo. Incluso el imán de Drancy, Hassen Chalghoumi, quien había protestado en el pasado cuando Charlie Hebdo sufrió las primeras amenazas y ataques por haber publicado unas caricaturas de Mahoma, llegó a declarar: “¡No tenemos el mismo profeta! El de ellos [los que asaltaron el semanario satírico] es el profeta del odio y del horror”. Esa posición tan valiente –Chalghoumi vive bajo protección policial por las amenazas que recibe del islamismo radical– refleja el temor que existe en el seno de la comunidad musulmana de que la gente comience a ver en cada musulmán un terrorista potencial y a tomar represalias. Empero, todos los voceros y líderes políticos y religiosos de Francia, sin falta, están haciendo llamados a rechazar esa errada actitud.

Corresponde a los musulmanes moderados salir masivamente del silencio y movilizarse para repudiar con franqueza lo que el fanatismo islamista está haciendo en nombre de ellos. Deben probar que rechazan las diversas formas de intolerancia y de odio contra los judíos, los cristianos y los ateos. Deben testimoniar que respetan la igualdad entre hombres y mujeres y que comprenden que la libertad de expresión y la libertad que existe en las sociedades democráticas de comentar, criticar y hasta burlarse de las religiones y de los poderes establecidos, son principios intocables, no negociables.

Los islamistas creían haber “asesinado a Charle Hebdo ”. Lo que han conseguido es levantar todo un pueblo contra esa infame corriente. Lo que han conseguido es movilizar a millones de franceses en defensa de la libertad de expresión y de la libertad en general. “Aquí nadie se rinde” es lo que quieren decir los miles de personas que se congregan, en estos momentos, en las ciudades gritando y mostrando carteles con la frase "Je suis Charlie" ("Yo soy Charlie") y erigiendo lápices y estilógrafos en referencia simbólica al trabajo de los periodistas.

Francia y todas las sociedades democráticas, de Europa y del resto del mundo, fueron ayer, una vez más, golpeadas y desafiadas. Estas sociedades tienen el derecho y el deber de defenderse. El diario conservador Le Figaro decía en su editorial de hoy que ante la salvajada de ayer es un deber armarse moral, política y jurídicamente contra tales asesinos en la sombra. Recordó que, durante mucho tiempo, Francia, “en nombre de un humanismo pervertido y de un antirracismo desviado”, cayó en la “complacencia hacia nuestros peores enemigos”. Dijo que considerar a esos fanáticos como “muchachos perdidos del djihad” es un error y que contra ellos “debemos golpear, sin debilidad y sin pusilanimidad”, pues cuando “la guerra está ahí hay que ganarla”.

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