Verano, degradación y desertificación

El verano apenas comienza y ya se habla de la ola de calor que incrementa el riesgo de incendios y que disminuye la disponibilidad de agua para consumo humano y uso agropecuario.

Según diversas predicciones, este verano será más fuerte y sus consecuencias mayores, no sólo por un clima extremadamente seco y caluroso sino porque cada día nuestro territorio está más expuesto, tiene menos cobertura vegetal y su desnudez incrementa el impacto del verano. Faltan árboles que frenen el viento, que produzcan sombra y guarden humedad.

Según el Banco Mundial, la degradación de la tierra y la erosión del suelo en Colombia son generalizadas y se traducen en pérdidas económicas anuales estimadas en el 0,7% del PIB. La degradación de los ecosistemas y de la cobertura vegetal y la desertificación hacen que el país pierda flexibilidad para responder de manera adaptativa a los climas extremos, haciendo más frecuentes y extremas las inundaciones y las sequías.

Según estudios del Ministerio del Medio Ambiente, en 2004, el 79% de las zonas secas ya presentaban algún nivel de desertificación como consecuencia de la erosión y la salinización. El largo período de ocupación humana, la deforestación, la sequía y el viento que corre sin freno han determinado la degradación del territorio. La pérdida de fertilidad de los suelos y la desecación de las fuentes de agua generan mayor afectación y explotación de recursos, en busca de los medios de subsistencia, y ello genera empobrecimiento de las comunidades campesinas. En todos los municipios y veredas andinas, ante la disminución de los caudales de quebradas y riachuelos, nos enfrentamos por el agua. Si no conservamos las cuencas, las confrontaciones serán cada vez mayores y la calidad de vida menor.

La situación por la que pasa Colombia la viven muchos países en desarrollo que día a día requieren mayores recursos debido al crecimiento demográfico. Según datos de la Iniciativa Global de Restauración, presentada en la reunión de Naciones Unidas en Perú, cerca del 25% de los suelos del mundo presentan niveles altos de degradación y las poblaciones pobres rurales son las más afectadas y vulnerables.

La recuperación de suelos y aguas se inicia con la recuperación de los bosques y el impulso y apoyo a una agricultura sostenible. Es tiempo de pasar de la preocupación por la degradación y la sequía a la ocupación, pasar del diagnóstico a la acción. En el mapa global, Colombia presenta grandes retos y posibilidades de liderar procesos de recuperación de suelos. Es tiempo de mejorar nuestras prácticas agrícolas, de pelearnos menos por el agua y dedicarnos más a la recuperación de nuestras cuencas.

Que el susto que hoy nos genera esta ola de calor nos sirva para ponernos metas concretas en todos los niveles, desde el personal hasta el nacional. Ahorrar agua es importante, pero la solución está en recuperar nuestras fábricas naturales de agua y proteger nuestros suelos. La tarea es enorme y urgente. Hay que avanzar con constancia y eficiencia. Otros países ya lo están haciendo y sus experiencias nos son útiles.

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