¿Avaros o idiotas?

Somos impredecibles. Tanto como un niño que se desliza por el tobogán dándose de cabezazos de lado a lado en su descenso y que, al llegar al suelo, repite hasta tres veces la experiencia. Sin duda el hombre es el único animal capaz de tropezar en la misma piedra hasta pulirla a cabezazos y de disfrutar además de su simpleza. Por suerte, también lo es de fabricar cohetes espaciales o de curar el cáncer.

A unos meses de cumplirse el séptimo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, el mundo entero parece haber olvidado las lecciones del peor “crash” desde 1929.

La onda expansiva que provocó el colapso de una de las mayores entidades financieras estadounidenses, que había resistido desde su fundación a tres guerras (la de Secesión y las dos mundiales) y a la crisis del 29, ha dejado miles de vidas arruinadas por la penuria tras casi una década perdida. Sin embargo, el ser humano olvida pronto y, como en la fábula de la cigarra y la hormiga, se apresta rápido al dispendio.

Escribí la semana pasada sobre los vientos favorables que soplan hoy a este lado del Atlántico. Con el Banco Central Europeo inyectando liquidez a razón de 60.000 millones de euros al mes hasta septiembre de 2016, el desenfreno financiero rebosa por todas partes. Ser optimistas, como dije hace unos días, no solo es bueno sino que además nos cuesta exactamente el mismo esfuerzo que dejarnos llevar por la calle de la amargura. Pero otra cosa muy distinta es ser idiotas.

La Bolsa europea, agrupada en el índice Stoxx 600, ha conquistado nuevos máximos históricos, que databan de hace 15 años, de los tiempos de la burbuja tecnológica. Mientras que los índices estadounidenses Dow Jones y Standard & Poor’s 500 llevaban meses moviéndose en zona de máximos, la Bolsa europea aún no había sido capaz de superar los niveles de hace 15 años. El índice Stoxx 600 acumula una revalorización del 19,5 % en lo que va de año, con alzas superiores al 20% en las Bolsas de Alemania, Italia y Francia. La Bolsa española, con una revalorización del 14 % de su principal índice, les sigue a la zaga.

Según estima Merrill Lynch, se ha contabilizado la entrada en los mercados financieros europeos de más de 51.000 millones de euros en los tres primeros meses de 2015. Estas cantidades apuntan a que España ha tenido el mejor comienzo de año de su historia. Además, la citada compañía augura que “si el dinero continúa llegando a este ritmo, la renta variable podría recibir unos 190.000 millones en el conjunto del ejercicio”.

Con la crisis de las hipotecas “subprime” desaparecieron de los mercados un sinfín de productos sumamente complejos que representaron el paradigma de la ingeniería financiera. Pero transcurridos casi siete años, algunos de ellos han reaparecido, en algunos casos con una nomenclatura diferente. Los expertos temen que se pueda estar empezando a generar una nueva burbuja.

Las bajas rentabilidades que ofrece la deuda pública europea por la inyección del BCE están empujando al dinero a productos de elevado riesgo que ofrecen altos beneficios. Algo similar ocurre en EE.UU.

Según un informe de Goldman Sachs del pasado marzo, los préstamos “subprime” para la compra de coches en EE.UU. representaron un récord del 21 % del total de la financiación total otorgada para la compra de coches en enero. La demanda de estos productos se está disparando por la mejoría del clima económico y del empleo. Vuelve el riesgo y la codicia. Pero a estos juguetes los carga el diablo. Se ofrece a compradores solventes rentabilidades tentadoras a cambio de quedarse con créditos con intereses elevados de clientes con un historial crediticio malo. El riesgo de impago dispara las expectativas. Una ruleta rusa impredecible, como la estupidez del ser humano. Que nadie llore luego, esta vez estamos avisados.

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