El mal tiempo de Bachelet

La investigaciones por corrupción contra su hijo son un duro golpe para la presidenta chilena.

No vive un buen momento la presidenta de Chile, Michelle Bachelet. Por las inundaciones que azotan a su país, no asistió a la VII Cumbre de las Américas, que se realizó el pasado fin de semana en Panamá. Naturalmente, hay que lamentarlo y solidarizarse con ella y con el pueblo chileno.

Pero, además, Bachelet enfrenta por estos días serios ‘chaparrones’ políticos que han comenzado a afectar su ya menguada popularidad, que, según los últimos sondeos, apenas llega al 37 por ciento, cuando solo ha completado un año de su segundo mandato.

Nadie menos que su hijo mayor, Sebastián Dávalos, quien antier rindió indagatoria ante un fiscal, fue acusado de presuntos delitos de negociación incompatible, uso indebido de información privilegiada y tráfico de influencias. Esto lo habría llevado a obtener un crédito del Banco de Chile, un día antes de la reelección, por algo más de 10 millones de dólares para la empresa Caval, de la cual es copropietaria su esposa, Natalia Compagnon.

Dicha firma destinó la suma para compra de tierras, para muy pronto revenderlas y obtener una fabulosa ganancia de casi el 50 por ciento. Sin duda, es un duro golpe para la Presidenta, quien regresó al poder con su Partido Socialista, precisamente enarbolando las banderas anticorrupción. Aunque, valga decirlo, ella está afrontando el trago amargo como debe ser: dando la cara. Eso sí, después de un prolongado silencio.

“Nunca he considerado renunciar. Eso sería una quiebra institucional”, aseguró la mandataria. Pero también advirtió que las instituciones chilenas están cumpliendo con su tarea investigativa, así se trate de los miembros de su familia. Nubes grises, que oscurecen su futuro inmediato.

Las mujeres en el poder, en América Latina, no viven un momento ideal. Si bien son casos muy diferentes, situación muy compleja vive también su colega argentina, Cristina Fernández, quien aún no sale del espinoso caso de la sospechosa muerte del fiscal Alberto Nisman. Y Dilma Rousseff todavía oye los ecos de una impresionante marcha de protesta por la grave situación económica y de corrupción de su gobierno.

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