Perú es el próximo blanco del chavismo en América

Para ser los ciudadanos de un país que se precia de tener uno de los períodos de crecimiento a largo plazo más espectaculares del mundo desde la década del 90, es increíble la poca confianza que tienen los peruanos. Hasta el momento, el país ha repelido el populismo autoritario que se extendió por Sudamérica desde que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela en 1999. Su recompensa ha sido una expansión económica anual promedio de 5,1% durante 15 años hasta 2014, incluyendo sólo 1% en 2009, cuando el crecimiento global colapsó, y un desempeño mediocre el año pasado de apenas 2,4%.

El rápido crecimiento ha producido una vibrante clase de consumidores que es emprendedora y creativa. Centros comerciales, modernos supermercados y farmacias ahora cubren esta ciudad, que también incluye brillantes torres de oficinas y pequeños negocios. La demanda de educación privada entre los padres de la clase media aspiracional se está disparando a medida que rechazan el fallido sistema estatal.

El crédito se ha expandido rápidamente, pero con la caída de los precios de los commodities y la desaceleración de la economía global, puede que el crecimiento no llegue a 4% este año. Eso es demasiado bajo para cumplir con las expectativas crecientes. Los peruanos con los que hablé temen que en las próximas elecciones presidenciales, que se llevarán a cabo en abril de 2016, un electorado fluctuante ceda ante el populismo.

Las acusaciones de corrupción que involucran a la esposa del presidente Ollanta Humala y a un ex jefe de campaña del mandatario complican la situación para cualquier persona asociada con el sistema. Los simpatizantes locales del chavismo, que creen que Perú necesita un líder con mano dura, levantarán la falsa premisa de que la corrupción y la economía de mercado están ligadas de alguna forma.

Todo esto significa que para preservar el modelo de mercado, sus partidarios deberán defender vigorosamente su legitimidad moral durante el próximo año.

Que Perú no haya caído preso del nacionalismo y el populismo lanzados por Chávez —siguiendo a su propio flautista de Hamelín hacia un precipicio— se explica a través de las reformas estructurales que generaron el fuerte crecimiento. El país ha hecho una labor razonablemente buena por diversificar sus exportaciones desde 1990. Fue entonces que se comenzó a desmantelar un punitivo sistema aranceles y cuotas de importación, y se puso fin a una hiperinflación que alcanzó el 20.000% anualizado.

Cuando Humala se lanzó a la presidencia en 2011, hizo campaña en base a una plataforma nacionalista y socialista de ultra izquierda. Moderó su mensaje cuando se enfrentó en la segunda vuelta a Keiko Fujimori, la hija del expresidente Alberto Fujimori. Pero una vez en el poder, sus partidarios de base esperaban que incrementara el papel del estado en la economía y que consolidara poder al estilo de la revolución bolivariana de Venezuela.

No ha hecho ni lo uno ni lo otro, probablemente porque sabía que dar marcha atrás a las reformas perjudicaría con más dureza a sus propios partidarios. Su gobierno ha sido fiscalmente conservador, la inflación es baja y los derechos de propiedad han sido respetados ampliamente. La Alianza del Pacífico, un nuevo pacto comercial con Colombia, México y Chile, está abriendo aún más los mercados.

En una visita a las oficinas de The Wall Street Journal a principios de mes, el embajador de Perú en Estados Unidos, Luis Miguel Castilla, me dijo que aunque la minería aún representa una parte importante del total de exportaciones, la apertura a las importaciones ha hecho que el país sea competitivo globalmente en la exportación de café, pescado, aceite de pescado y productos agrícolas no tradicionales como espárragos, alcachofas y uvas. Actualmente Perú exporta calzado, textiles, cerámica, químicos y gas natural licuado.

El ex ministro de Economía y Finanzas también indicó que la inversión extranjera directa en Perú se multiplicó por 4,8 entre 2004 y 2014, y las exportaciones crecieron 3,1 veces. El Producto Interno Bruto peruano casi se duplicó en esos años, y la tasa de pobreza cayó de 59% a 24%.

Sin embargo, la caída en los precios de los commodities está haciendo mella en el crecimiento y la desaceleración que comenzó el año pasado continúa. Las predicciones del mercado sobre el crecimiento del PIB se encuentran en el rango de 3% para 2015. La economía de Perú supera ampliamente el desempeño de la mayoría de la región, pero un crecimiento deslucido no es lo que los peruanos se han acostumbrado a prever.

La respuesta obvia a este letargo es una apertura más enérgica del comercio en productos clave como el azúcar y el maíz, más recortes de impuestos y desregulación. Pero la popularidad de Humala está cayendo y es poco probable que haga algo audaz. Mientras tanto, los opositores de la libertad económica transformarán la desaceleración del crecimiento en una oportunidad, al relacionar los ingresos estancados en la economía de mercado con la corrupción.

Los lectores estadounidenses entenderán cómo podría ocurrir esto si recuerdan cómo un organizador comunitario de Chicago con menos de un período en el senado de EE.UU. usó el colapso del sector inmobiliario de 2008 para aprovechar el resentimiento contra el capitalismo de amigos e impulsar una agenda antimercado que ha socavado la libertad económica y el crecimiento de EE.UU.

Las instituciones gubernamentales de Perú son mucho más frágiles que las de EE.UU. Uno podría imaginarse una versión peruana de la Obamamanía si hay una sensación de que el sistema está amañado. No sería difícil para un demagogo astuto generar un frenesí de desaprobación contra el gobierno representativo.

No tiene por qué ser así. Pero para evitarlo, los peruanos tendrán que contrarrestar las premisas de la misma ideología déspota que ha arruinado a tantos de sus vecinos. Los hechos están de su lado.

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