Qué orgulloso me siento…

Queda uno muy desencantado cuando se entera de que los colombianos, en promedio, tenemos cerca de 70 cargas tributarias.

No hablamos sólo del impuesto a la renta, con niveles parecidos a los que se pagan en Canadá, sino de todos los impuestos, tasas, contribuciones y demás. La diferencia es que en Canadá uno recibe en servicios, salud, seguridad, bienestar y atención hasta el último dólar que paga.

Hoy en Colombia una persona bien asalariada tributa aproximadamente el 52% de sus ingresos. Eso no sería grave si viéramos esa plata retribuida, pues es claro que la razón de ser de los impuestos, al menos en teoría, es cobrarles a los que más tienen para redistribuirlo entre todos los que residen en una Nación, y eso es justo. Pero mucho va de la teoría a la práctica, pues en Colombia ese dinero se malgasta en “funcionamiento”, otro tanto en corrupción y las migajas en servicios, infraestructura y el supuesto bienestar de los ciudadanos.

Tan sólo esta semana, por mencionar un solo caso, los que tenemos un bien inmueble en Bogotá Caótica pagamos el predial, para ganarnos el descuento. Ya pagué también el impuesto de rodamiento y les confieso que me dolió en el alma tener que hacerlo, pues esa platica se perdió.

No es la queja de un viejo que cuenta sus centavos como los personajes de Charles Dickens. Eso exactamente les pasa a miles de dueños de predios o vehículos, quienes seguramente sienten la misma hartera e indignación de tener que hacerlo, pues saben que esa plata no se ve de vuelta.

El sistema tributario colombiano ha tratado de modernizarse, pero no lo ha logrado. No he entendido por qué en Canadá (país en el que viví 10 años) uno podía llenar su propio formulario de impuestos sin mayor dificultad, y ya. Acá se ha vuelto tan complicado que hasta un asalariado tiene que tener un contador porque el sistema está lleno de conceptos y jodas que para el común de la gente son absolutamente imposibles de entender.

Lo triste de todo este cuento es que esa plata que miles de ciudadanos nos ganamos con mucho esfuerzo, sea mucha o poca, la agarra el Estado ladrón y la dilapida.

Algo debe estar haciéndose mal pues, en promedio, cada dos años se hace una reforma tributaria y, en vez de hacernos las cosas más fáciles, nos las complican. Y, verdad de Perogrullo, mientras el Estado recoge más plata, menos retribuciones se reciben.

Agárrense pues, porque ahora sí dizque se viene una reforma tributaria estructural. Eso quiere decir más impuestos y, por contera, más corrupción, más gastos desbordados, más mermelada, más complicaciones, más ineficiencia.

Qué pesimismo y desesperación se siente cuando uno paga sus impuestos, pues queda con la impresión de que le robaron la billetera. Por eso cada vez que veo lo que me retienen los IVA, los prediales, los rodamientos, las estampillas, la retención y todo eso, silbo muy, pero muy feliz, aquella canción que dice: “Ayyyyyy, qué orgulloso me siento de ser un buen colombiano”.

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