Y el gringo ahí

Entre todas las opiniones que se han expresado sobre el proceso de paz, llama la atención las de Bernard Aronson, enviado especial del gobierno Obama para atestiguar lo que en la capital cubana sucede. Tiene clara su concepción acerca de las piezas esenciales de las negociaciones para que al final puedan ser exitosas. Para fundamentar su filosofía y estrategia, es concreto y contundente. No usa retórica fofa, propia de presidentes y expresidentes latinoamericanos, que con alegorías esponjosas y lugares comunes sustituyen los aportes racionales y lúcidos.

Al referirse el señor Aronson a los temas más espinosos que faltan por discutir, expresa que “aún no se han resuelto los puntos que se refieren al desarme, desmovilización, reintegración y los que tienen que ver con la justicia transicional, con la verdad, reparación, garantías de no repetición y justicia”.

No ignora el delegado de Obama que las Farc han pedido el cese bilateral al fuego. Presionan al Gobierno para lograrlo con ataques que rompen sus promesas de silenciar unilateralmente los fusiles. Saben que Santos habla duro ante los micrófonos pero que es blando a la hora de ceder a sus presiones. No ignoran que tiene dos discursos: uno, el efectivista para los televidentes y redes sociales, y otro contemporizante para la subversión. Esta dualidad lo ha hecho incurrir en una carrera de errores que ha puesto en dudas la consistencia del proceso.

Para Aronson el cese bilateral del fuego es posible pero luego de aprobarse el “desarme, desmovilización y reintegración con cronogramas firmes y estrategias claras”. Esto es condición previa para llegar al cese bilateral. Sin cumplir primeramente aquellos requisitos, adoptarlo emocionalmente, “generaría un riesgo muy alto”.

Está de acuerdo con la aplicación de la justicia transicional a la cual se opone la subversión. Sin justicia no hay Estado de Derecho ni paz alguna. Si bien Santos se ha comprometido a aplicarla como punto esencial del proceso, ya sabemos su capacidad para recular. Por tanto contradecirse, en las encuestas de Gallup e Ipsos–Napoleón Franco se derrumba su imagen de credibilidad a niveles tan preocupantes como deplorables. “La justicia transicional es parte necesaria para un proceso de paz… no creo que la amnistía en blanco fuera aceptable para la Corte Penal Internacional”, dice Aronson. Quizá ante esta afirmación del gringo, el presidente, así sea por una sola vez, se reafirme en lo dicho.

La paz –y es duro el proceso para lograrla– hay que alcanzarla sin equívocos y sin interpretaciones incorrectas. No puede ser fábula y menos drama. Hay que volverla realidad sin exclusiones y exclusivismos y con dignidad institucional.

Un buen aporte al debate nacional ha hecho el delegado de Obama en este convulsionado proceso, lleno de altibajos y paradojas. Un proceso que el país quiere ver bien terminado, ya que se hace largo, costoso y hasta injusto por la capitalización política que se le ha hecho y que está despertando, según Antonio Caballero, “cierto hastío por su demasiada exageración y demagogia publicitaria, engañando y engañándose”. Sí. Sobre tan largas conversaciones “yoyo”, empieza a caer un telón de agotamiento.

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