Apropiación

Se trata del funcionario, desde el más alto hasta el más pequeño, que sin delicadeza alguna, usa y abusa de todos los medios administrativos en beneficio propio.

¿Por qué se detenta el poder y se mantiene en él? ¿En qué basan su legitimidad? Simplificando en extremo a Max Weber, conocido teórico de la sociedad, existen tres formas de autoridad legítima. Aquella que se basa en la tradición, sustentada por leyes antiguas, muchas veces consideradas de origen divino. El rey es rey por la gracia de Dios. Otra forma de legitimidad es la carismática, que rompe la tradición y se sustenta en las características personales y excepcionales del elegido para ejercer el poder. Es el caso de aquellos caudillos que en momentos difíciles se levantan para dirigir a sus pueblos. Y la tercera forma de legitimidad es la racional, con definición de los fines que la sociedad persigue y en la que están regulados los medios para alcanzarlos.

Las democracias deben ser así: se elige al mejor, al que tiene el mejor programa y cumple con el marco constitucional sin desviarse por caprichos o en búsqueda de beneficios personales. Es cierto que Weber construye estas formas de legitimidad como “tipos ideales”, inexistentes en la realidad en su forma pura, pero que ayudan a comprender el acatamiento y seguimiento que los dirigidos tienen por sus jefes.

La burocracia es vista por Weber como la forma más pura para el ejercicio racional del poder. En ella están claras las normas de comportamiento y las limitaciones que tienen los funcionarios, y su única justificación es el servicio al ciudadano. Pero para el ciudadano burocracia resulta ser un adjetivo que descalifica y aterroriza. Lo ve como el hacer colas, ahogarse en papeleo, luchar contra la ineficiencia, la abulia y el mal carácter de los funcionarios, enredarse en normas absurdas e ir y volver varias veces, para la misma diligencia, en un esfuerzo perenne que lleva al fracaso. Acaba pensando que todo eso tapa la corrupción. Burocracia se vuelve sinónimo de fracaso administrativo.

En la burocracia se prohíbe la “apropiación de los medios administrativos”. Es decir que el que está en cualquiera de esas posiciones de poder debe considerar que ningún instrumento debe ser utilizado en beneficio propio. Por supuesto, la gama de los medios administrativos es muy amplia. Va desde llevar a casa los lápices y blocs de papel (para que el niño dibuje) hasta abusar del vehículo que le asignan, con chofer y guardaespaldas, para pasear, llevar a los niños al colegio, y al shopping de la señora.

Obviamente, no es un problema de lápices. Se trata de que el funcionario, desde el más alto hasta el más pequeño, de la Rama Ejecutiva, Legislativa o Judicial, se siente dueño de su cargo, que considera ilimitado, sin delicadeza alguna, para usar y abusar de todos los medios administrativos en beneficio propio. Ni qué decir de los cargos de ejército y policía. Los colombianos vemos día a día la carencia de pulcritud en el manejo de la cosa pública.

Paradójicamente, muchos de los que desempeñan un cargo toman las decisiones sin pensar en el bien ciudadano, llevados por sus propias ideas o guiados por lograr contrataciones dolosas, que no les parecen tanto. Nombran a amigos y parientes como quien maneja su finca. Y después, una vez dejado el cargo, se sienten con el derecho de seguir beneficiándose de la cosa pública. Buscan que sus hijos hereden los mismos cargos que tuvieron, e incluso usan sus influencias para que sus torpes hijos desempeñen adecuadamente el cargo heredado.

Los funcionarios del Estado son como sátrapas, con bolsillos sin fondo y apetitos insaciables.

Qué dijera: para construir el metro de Bogotá, si quieren una construcción rápida, que no molesten vecinos y sin obstrucciones innecesarias, deberían contratar a los que hicieron el del ‘Chapo’ Guzmán.

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