En defensa del procurador

El procurador general se ha convertido en la piedra en el zapato para el proceso de paz precisamente porque no traga entero.

Nunca en la historia jurídica de nuestro país habíamos visto cómo el Consejo de Estado -que debería dar ejemplo de pulcritud y de grandeza-, en forma juiciosa pero perniciosa y malintencionada se había rebanado tanto sus sesos para conformar a su antojo y acomodo la mayoría calificada que permita la salida de un alto funcionario del organismo de control, que para la mayoría de los colombianos viene cumpliendo sus funciones en forma ejemplar.

Cuántos expedientes tendrá tan alto tribunal pendientes de estudio, puesto que en los últimos meses, según se tiene entendido, sólo se van a mirar las caras, a jugar el ajedrez político para ver la forma de sacar del ente de control a un funcionario probo y honesto que, a decir verdad, en los actuales momentos es el soporte fundamental y la garantía constitucional de los ciudadanos para lograr un proceso de paz honesto y transparente.

El procurador general de la Nación, doctor Alejandro Ordóñez Maldonado, se ha convertido en la piedra en el zapato para el proceso de paz que se adelanta en La Habana, Cuba, entre el Gobierno y la guerrila de las FARC, precisamente porque no traga entero. En ese orden de ideas, está cumpliendo los deberes constitucionales de ser el jefe del Ministerio Público y defensor de los ciudadanos ante los órganos del Estado.

La anterior apreciación no es de simple capricho: está estipulada en el capítulo segundo: Órganos de Control, artículos: del 275 al 284, de la Constitución del 91, donde están consagradas todas las funciones que debe ejercer el procurador general de la Nación, en defensa de la sociedad y de los ciudadanos en forma individual y colectiva, para evita, se les violen derechos fundamentales.

En este aspecto tenemos que referirnos al proceso de paz, y es bueno refrescar la memoria con cuatro hechos por los cuales el procurador Ordóñez Maldonado se ha ganado la animadversión del gobierno nacional en lo que al proceso de paz se refiere:

1º- Las 47 preguntas que no fueron respondidas: desde mediados del 2014, el procurador envió al presidente Santos -en ejercicio de sus funciones constitucionales como agente del Ministerio Público- un cuestionario de 47 preguntas sobre el Proceso de Paz, con el fin de aclarar ciertas dudas y así emitir concepto sobre cuáles derechos fundamentales se les estarían violando a los ciudadanos; sin embargo, a la fecha el señor presidente continúa con el cuestionario engavetado, lo que la opinión pública considera de muy mal gusto y desde luego, el procurador está muy molesto.

2º- Cese al fuego bilateral: la posición del señor procurador es clara al advertir que no puede haber cese el fuego bilateral sin la entrega de armas, y lo más importante, que se debe establecer un sitio de concentración de todos los frentes de las FARC, con el fin de someterlos a un continuo papel de vigilancia y control, mientras entra en vigencia la etapa del posconflicto.

3º- La moderación del lenguaje: el señor procurador, con el aplauso de las mayorías, está de acuerdo en que hay que llamar las cosas por su nombre: no podemos decir que los asesinos son simples delincuentes, o que la voladura de oleoductos obedece a actos de indisciplina, mas no de terrorismo. El desescalamiento verbal que propone el señor presidente se podría dar más adelante, cuando una vez firmado el Acuerdo de Paz, la guerrilla dé verdaderas muestras de sinceridad y arrepentimiento.

4º- Tiempo límite de las negociaciones: es apenas lógico que el señor procurador, en defensa de los ciudadanos y en ejercicios de las normas constitucionales, ponga estados de alerta para que el proceso de paz no se convierta en retahíla de nunca acabar.

En síntesis, el señor presidente no tiene por qué molestarse sobre las observaciones sanas y desde todo punto de vista convenientes que le está haciendo el señor procurador general de la Nación, antes por el contrario, debería valorar su colaboración y tener muy en cuenta sus recomendaciones; si no se ejerce un control de tipo legal sobre el proceso de paz, de un momento a otro vamos a resultar con que nuestro Estado de Derecho quedó en monos de la subversión, por consiguiente, quienes consideramos que se debe tener un control constitucional, debemos respaldar plenamente a nuestro procurador Alejandro Ordóñez Maldonado.

Quienes piensen lo contrario, con el debido respeto que merecen sus opiniones, deben entender que la subversión en Colombia tiene unas connotaciones más profundas de lo que normalmente se cree, no olvidemos que la guerrilla de las FARC es toda una multinacional a través de la cual se mueven inmensos capitales, producto del narcotráfico, la extorsión, el secuestro y el desplazamiento forzado.

No estoy de acuerdo con las apreciaciones que hace unos días hizo el presidente Santos en el sentido de que por investigaciones realizadas no existe en ninguna institución financiera del mundo, cuentas a nombre de la guerrilla de las FARC, de fuentes certeras se tiene conocimiento que sí existen, a través grandes testaferros en el exterior que administran estas fortunas.

Es indudable, como lo hemos repetido varias veces por esta columna, todos queremos la paz para nuestro país, pero no una paz acomodada y arrodillada, comprometiendo las estructuras de nuestro Estado de Derecho, obra y sacrificio de todos y de nuestros antepasados, que, estoy absolutamente seguro, si vivieran, no permitirían que fuesen entregados al mejor postor en una feria de la que más adelante nos tendríamos que arrepentir por no haber hecho las cosas de conformidad con los dictados de nuestra conciencia democrática y el querer de las mayorías.

Total, señor presidente, con el debido respeto, la paloma de la paz continúa revoleteando y hasta ahora no ha encontrado sitio adecuado para posarse, es tan profunda esta apreciación, que a lo mejor tenga que regresar a su nido destino.

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