Las mentiras

La verdad es uno de los elementos esenciales para la sana convivencia en cualquier sociedad. Esa correspondencia entre lo que se afirma y los hechos a los cuales se refiere la afirmación da lugar a la credibilidad. La mutua confianza entre los seres humanos se edifica sobre la base insustituible de la credibilidad. Cuando se descubre la mentira; cuando se hace patente el engaño, surge la desconfianza, haciendo difíciles y hasta imposibles las relaciones humanas, y  en tratándose de asuntos públicos, la desconfianza y la falta de credibilidad acaban por minar de manera grave los fundamentos de las instituciones.

En Colombia, en donde la mentira no es nueva -basta consultar las muy diversas versiones de nuestra Historia-, hoy las cosas están  mucho más graves que antes. Se ha venido produciendo un fenómeno  de generalización y aceptación de la mentira en todos los niveles.

Así, en materia de diálogos y proceso de paz, hemos escuchado y hasta creído muchas mentiras, ante todo las de los representantes de las Farc en La Habana, que se han comprometido a muchas cosas después incumplidas, como en  materia de secuestros, reclutamiento de menores, cese el fuego unilateral, narcotráfico o ataques a la población civil, entre otros comportamientos que contradicen en la práctica lo afirmado, cuando dicen mantener su voluntad de paz y su disposición al cese del conflicto.

También los voceros oficiales han mentido en todas aquellas ocasiones en que nos han presentado verdades a medias, o cuando, utilizando eufemismos, no han expresado ante la opinión lo que verdaderamente ocurre en la mesa de negociaciones y acuerdos. Y han mentido igualmente los opositores al proceso toda vez que han puesto a circular versiones inventadas o exageradas acerca del mismo o en torno de los alcances de lo discutido o acordado.
Son mentirosas en su misma base las investigaciones, las sentencias condenatorias o las providencias que ordenan privación de la libertad de personas con el único sostén de la prueba testimonial falsa. El cartel de falsos testigos lleva a la desconfianza colectiva en los fallos.

Por su misma enunciación, constituyen mentira criminal -en el más alto grado de lesión contra la Humanidad- los falsos positivos.

Mienten a veces las cifras del DANE, las encuestas, la publicidad, los noticieros, los políticos en campaña. Y hasta la conductora de un servicio SITP, en Bogotá, mintió, narrando con mentalidad morbosa un ataque sexual que jamás ocurrió. Mentiras y más mentiras, en la sociedad de la mentira.

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